Página 111 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Abraham en Canaán
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de nuestro Salvador. El cultivo de una cortesía uniforme, y la volun-
tad de tratar a otros como deseamos ser tratados nosotros, eliminaría
la mitad de las dificultades de la vida. El espíritu de ensalzamiento
propio es el espíritu de Satanás; pero el corazón que abriga el amor
de Cristo poseerá esa caridad que no busca lo suyo. El tal cumplirá
la orden divina: “No busquéis vuestro propio provecho, sino el de
los demás”.
Filipenses 2:4
.
Aunque Lot debía su prosperidad a su relación con Abraham, no
manifestó gratitud hacia su bienhechor. La cortesía hubiera requerido
que él dejase escoger a Abraham; pero en vez de hacer eso, trató
egoístamente de apoderarse de las mejores ventajas. “Alzó Lot sus
ojos y vio toda la llanura del Jordán, toda ella era de riego, como el
huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar”.
Génesis 13:10-13
.
La región más fértil de toda Palestina era el valle del Jordán, que
a todos aquellos que lo veían les recordaba el paraíso perdido, pues
igualaba en hermosura y producción a las llanuras fertilizadas por el
Nilo que hacía tan poco tiempo habían dejado. También había ciuda-
des, ricas y hermosas, que invitaban a hacer provechosas ganancias
mediante el intercambio comercial en sus concurridos mercados.
Ofuscado por sus visiones de ganancias materiales, Lot pasó por alto
los males morales y espirituales que encontraría allí. Los habitantes
de la llanura eran “malos y pecadores para con Jehová en gran ma-
nera”, pero Lot ignoraba eso, o si lo sabía, le dio poca importancia.
“Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán”, “y fue
poniendo sus tiendas hasta Sodoma”.
Vers. 13, 11
. ¡Cuán mal previó
los terribles resultados de esa elección egoísta!
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Después de separarse de Lot, Abraham recibió otra vez la pro-
mesa del Señor de que todo el país sería suyo. Poco tiempo después,
se mudó a Hebrón, levantó su tienda bajo el encinar de Mamre y al
lado erigió un altar para el Señor. En esas frescas mesetas, con sus
olivares y viñedos, sus ondulantes campos de trigo y las amplias tie-
rras de pastoreo circundadas de colinas, habitó Abraham, satisfecho
de su vida sencilla y patriarcal, dejando a Lot el peligroso lujo del
valle de Sodoma.
Abraham fue honrado por los pueblos circunvecinos como un
príncipe poderoso y un caudillo sabio y capaz. No dejó de ejercer su
influencia entre sus vecinos. Su vida y su carácter, en contraste con la