Página 112 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
vida y el carácter de los idólatras, ejercían una influencia notable en
favor de la verdadera fe. Su fidelidad hacia Dios fue inquebrantable,
en tanto que su afabilidad y benevolencia inspiraban confianza y
amistad, y su grandeza sin afectación imponía respeto y honra.
No retuvo su religión como un tesoro precioso que debía guar-
darse celosamente y pertenecer exclusivamente a su poseedor. La
verdadera religión no puede considerarse así, pues un espíritu tal
sería contrario a los principios del evangelio. Mientras Cristo more
en el corazón, será imposible esconder la luz de su presencia, u
oscurecerla. Por el contrario, brillará cada vez más a medida que día
tras día las nieblas del egoísmo y del pecado que envuelven el alma
sean disipadas por los brillantes rayos del Sol de justicia.
Los hijos de Dios son sus representantes en la tierra y él quiere
que sean luces en medio de las tinieblas morales de este mundo.
Esparcidos por todos los ámbitos de la tierra, en pueblos, ciudades
y aldeas, son testigos de Dios, los medios por los cuales él ha de
comunicar a un mundo incrédulo el conocimiento de su voluntad y
las maravillas de su gracia. Él se propone que todos los que reciben la
salvación sean sus misioneros. La piedad de los cristianos constituye
la norma mediante la cual los infieles juzgan al evangelio.
Las pruebas soportadas pacientemente, las bendiciones recibidas
con gratitud, la mansedumbre, la bondad, la misericordia y el amor
manifestados habitualmente, son las luces que brillan en el carácter
ante el mundo, y ponen de manifiesto el contraste que existe con las
tinieblas que proceden del egoísmo del corazón natural.
Abraham, además de ser rico en fe, noble y generoso, inque-
brantable en la obediencia, y humilde en la sencillez de su vida
de peregrino, era sabio en la diplomacia, y valiente y diestro en la
guerra. A pesar de ser conocido como maestro de una nueva religión,
tres príncipes, hermanos entre sí y soberanos de las llanuras de los
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amorreos donde él vivía, le demostraron su amistad invitándolo a
aliarse con ellos para alcanzar mayor seguridad; pues el país esta-
ba lleno de violencia y opresión. Muy pronto se le presentó una
oportunidad para valerse de esta alianza.
Quedorlaomer, rey de Elam, había invadido la tierra de Canaán
hacía catorce años, y la había hecho su tributaria. Varios de los prín-
cipes se habían rebelado ahora, y el rey elamita, con cuatro aliados,
marchó de nuevo contra el país con el fin de someterlo. Cinco reyes