Página 113 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Abraham en Canaán
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de Canaán unieron sus fuerzas, y salieron al encuentro de los inva-
sores en el valle de Sidim, nada más que para ser derrotados. Una
gran parte del ejército fue destruida totalmente, y los que pudieron
escapar huyeron a las montañas en busca de seguridad. Los invaso-
res victoriosos saquearon las ciudades de la llanura, y se marcharon
llevándose un rico botín y muchos prisioneros, entre los cuales iban
Lot y su familia.
Abraham, que habitaba tranquilamente en el encinar de Mamre,
se enteró por un fugitivo de lo ocurrido en aquella batalla y de la
desgracia de su sobrino. No había albergado en su corazón resenti-
miento por la ingratitud de Lot. Se despertó por él todo su afecto, y
decidió rescatarlo. Buscando ante todo el consejo divino, Abraham
se preparó para la guerra. En su propio campamento reunió a tres-
cientos dieciocho de sus siervos adiestrados, hombres educados en
el temor de Dios, en el servicio de su señor y en el uso de las armas.
Sus aliados, Mamre, Escol y Aner, se le unieron con sus grupos, y
juntos salieron en persecución de los invasores.
Los elamitas y sus aliados habían acampado en Dan, en la fron-
tera septentrional de Canaán. Envalentonados por su victoria, y sin
temer un asalto de parte de sus enemigos vencidos, se habían en-
tregado por completo a la orgía. El patriarca dividió sus fuerzas de
tal manera que estas se aproximaran por distintos puntos, y conver-
gieran en el campamento enemigo, atacándolo durante la noche. Su
ataque, fuerte e inesperado, logró una rápida victoria. El rey de Elam
fue asesinado, y sus ejércitos, presas de pánico, fueron totalmente
derrotados. Lot y su familia, con todos los demás prisioneros y sus
bienes, fueron recuperados, y un rico botín de guerra cayó en poder
de los vencedores.
Después de Dios, el triunfo se debió a Abraham. El adorador
de Jehová no solo había prestado un gran servicio al país, sino que
también se había mostrado como hombre de valor. Se vio que la
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justicia no es cobarde, y que la religión de Abraham le daba valor
para mantener el derecho y defender a los oprimidos. Su heroica
hazaña le dio amplia influencia entre las tribus de la región. A su
regreso, el rey de Sodoma le salió al encuentro con su séquito para
honrarlo como conquistador. Le pidió que conservase los bienes,
solicitándole únicamente la entrega de los prisioneros. Conforme
a las leyes de la guerra, el botín pertenecía a los vencedores; pero