Página 114 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Abraham no había emprendido esta expedición con el objeto de
obtener lucro, y rehusó aprovecharse de los desdichados; solamente
pidió que sus aliados recibieran la porción a que tenían derecho.
Muy pocos, si fueran sometidos a la misma prueba, se habrían
mostrado tan nobles como Abraham. Pocos hubieran resistido la
tentación de asegurarse tan rico botín. Su ejemplo es un reproche
para los espíritus egoístas y mercenarios. Abraham tuvo en cuenta
las exigencias de la justicia y la humanidad. Su conducta ilustra la
máxima inspirada: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Levítico
19:18
. “He jurado a Jehová, Dios Altísimo, creador de los cielos
y de la tierra, que ni un hilo ni una correa de calzado tomaré de
todo lo que es tuyo, para que no digas: “Yo enriquecí a Abram””.
Génesis 14:22, 23
. No quería darles motivo para que creyeran que
había emprendido la guerra con miras de lucro, ni que atribuyeran
su prosperidad a sus regalos o a su favor. Dios había prometido
bendecir a Abraham, y a él debía adjudicársele la gloria.
Otro que salió a dar la bienvenida al victorioso patriarca fue
Melquisedec, rey de Salem, quién trajo pan y vino para alimentar
al ejército. Como “sacerdote del Dios alto”, bendijo a Abraham, y
dio gracias al Señor, quien había obrado tan grande liberación por
medio de su siervo. Y “le dio Abram los diezmos de todo”.
Vers. 20
.
Abraham regresó muy regocijado a su campamento y a sus
ganados; pero su espíritu estaba perturbado por pensamientos que
no lo abandonaban. Había sido hombre de paz, y hasta donde le fue
posible, evitó toda enemistad y contienda; y con horror recordaba
la escena de matanza que había presenciado. Las naciones cuyas
fuerzas había derrotado intentarían sin duda invadir de nuevo a
Canaán, y lo harían objeto especial de su venganza. Enredado en esta
forma en las discordias nacionales, vería interrumpirse la apacible
quietud de su vida. Por otro lado, no había tomado posesión de
Canaán, ni podía esperar ya un heredero en quien la promesa se
hubiera de cumplir.
En una visión nocturna, Abraham oyó otra vez la voz divina:
“No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu recompensa será muy
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grande”.
Génesis 15:1
. Pero Abraham estaba tan deprimido por
los presentimientos que esta vez no pudo aceptar la promesa con
absoluta confianza como lo había hecho antes. Rogó que se le diera
una evidencia tangible de que la promesa sería cumplida. ¿Cómo iba