Página 137 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La destrucción de Sodoma
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de esta respuesta era doble: probar la sinceridad de Lot, y también
aparentar que ignoraban el carácter de los habitantes de Sodoma,
como si supusieran que había seguridad en quedarse en la calle
durante la noche. Su respuesta hizo que Lot se sintiera más decidido
a no dejarlos a merced del populacho. Repitió su invitación hasta
que cedieron y lo acompañaron a su casa.
Lot había esperado ocultar su intención a los ociosos que estaban
en la puerta, llevando a los forasteros a su casa mediante un rodeo;
pero la vacilación y tardanza de estos, así como las instancias de
él dieron tiempo a que los observaran; y antes de que se acostaran
aquella noche, una gran cantidad de gente desenfrenada se reunió
alrededor de la casa. Era una inmensa multitud de jóvenes y an-
cianos, todos igualmente enardecidos por las más bajas pasiones.
Los forasteros se habían informado del carácter de la ciudad, y Lot
los había advertido de que no se atrevieran a salir de la casa por
la noche; en ese momento se oyeron los gritos y las mofas de la
muchedumbre, que exigía que sacara afuera a los hombres.
Sabiendo Lot que si provocaba la violencia de esta gente, po-
drían derribar fácilmente la puerta de su casa, salió a ver si podía
conseguir algo mediante la persuasión. “Os ruego -dijo-, hermanos
míos, que no hagáis tal maldad”. Utilizando la palabra “hermanos”
en el sentido de vecinos, esperaba conciliárselos y avergonzarlos de
sus malos propósitos. Pero sus palabras fueron como aceite sobre
las llamas. La ira de la turba creció como una rugiente tempestad.
Se burlaron de Lot por intentar hacerse juez de ellos, y lo amena-
zaron con tratarlo peor de cómo intentaban tratar a sus huéspedes.
Se abalanzaron sobre él, y lo habrían despedazado si no lo hubieran
librado los ángeles de Dios. Los mensajeros celestiales “alargaron la
mano, metieron a Lot en la casa con ellos y cerraron la puerta”. Los
sucesos que siguieron manifestaron el carácter de los huéspedes a
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quienes había alojado. “Y a los hombres que estaban a la puerta de
la casa los hirieron con ceguera, desde el menor hasta el mayor, de
manera que se fatigaban buscando la puerta.
Génesis 19:10
. Si por el
endurecimiento de su corazón, no hubieran sido afectados por doble
ceguedad, el golpe que Dios les asestara los habría atemorizado y
hecho desistir de sus obras impías.
Aquella última noche no se distinguió porque se cometieran ma-
yores pecados que en otras noches anteriores; pero la misericordia,