Página 138 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
tanto tiempo despreciada, al fin cesó de interceder por ellos. Los
habitantes de Sodoma habían pasado los límites de la misericordia
divina, “el límite oculto entre la paciencia de Dios y su ira”. Los
fuegos de su venganza estaban por encenderse en el valle de Sidim.
Los ángeles manifestaron a Lot el objeto de su misión: “Vamos
a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra la gente de esta
ciudad ha subido de punto delante de Jehová. Por tanto, Jehová nos
ha enviado a destruirla”.
Génesis 19:3
. Los forasteros a quienes Lot
había tratado de proteger, le prometieron a su vez protegerlo a él y
salvar también a todos los miembros de su familia que huyeran con
él de la ciudad impía. La turba ya cansada se había marchado, y Lot
salió para avisar a sus yernos. Repitió las palabras de los ángeles:
“¡Levantaos, salid de este lugar, porque Jehová va a destruir esta
ciudad!”
Génesis 19:14
. Pero a ellos les pareció que Lot bromeaba.
Se rieron de lo que llamaron sus temores supersticiosos. Sus hijas se
dejaron convencer por la influencia de sus maridos. Se encontraban
perfectamente bien donde estaban. No podían ver señal alguna de
peligro. Todo estaba exactamente como antes. Tenían grandes ha-
ciendas, y no les parecía posible que la hermosa Sodoma iba a ser
destruida.
Lleno de dolor, regresó Lot a su casa, y contó su fracaso. En-
tonces los ángeles le mandaron levantarse, llevar a su esposa y a
sus dos hijas que estaban aún en la casa, y abandonar la ciudad.
Pero Lot se demoraba. Aunque diariamente se afligía al presenciar
actos de violencia, no tenía un verdadero concepto de la abominable
iniquidad y la depravación que se practicaban en esa vil ciudad. No
comprendía la terrible necesidad de que los juicios de Dios reprimie-
ran el pecado. Algunos de sus cercanos se aferraban a Sodoma, y
su esposa se negaba a marcharse sin ellos. A Lot le parecía insopor-
table la idea de dejar a los que más quería en la tierra. Lo apenaba
abandonar su suntuosa morada y la riqueza adquirida con el trabajo
de toda su vida, para salir como un pobre peregrino. Aturdido por
el dolor, se demoraba, y no podía marcharse. Si no hubiera sido por
los ángeles de Dios, todos habrían perecido en la ruina de Sodoma.
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Los mensajeros celestiales asieron de la mano a Lot y a su mujer y a
sus hijas, y los llevaron fuera de la ciudad.
Allí los dejaron los ángeles y se volvieron a Sodoma para cum-
plir su obra de destrucción. Otro, Aquel a quien había implorado