Página 139 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La destrucción de Sodoma
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Abraham, se acercó a Lot. En todas las ciudades de la llanura, no
se habían encontrado ni siquiera diez justos; pero en respuesta al
ruego del patriarca: el hombre que temía a Dios fue preservado de la
destrucción. Con vehemencia aterradora se le dio el mandamiento:
“Escapa por tu vida; no mires atrás ni te detengas en ningún lugar
de esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas”. Cualquier
tardanza o vacilación sería ahora fatal. El retrasarse por echar una
sola mirada a la ciudad condenada, el detenerse un solo momento,
sintiendo dejar un hogar tan hermoso, les habría costado la vida. La
tempestad del juicio divino solamente esperaba que estos pobres
fugitivos escaparan.
Pero Lot, confuso y aterrado, protestó que no podía hacer lo
que se le exigía, por temor a que le ocurriera algún mal que le
causara la muerte. Mientras vivía en aquella ciudad impía, en medio
de la incredulidad, su fe había disminuido. El Príncipe del cielo
estaba a su lado, y sin embargo rogaba por su vida como si el Dios
que había manifestado tanto cuidado y amor hacia él no estuviera
dispuesto a seguir protegiéndole. Debió haber confiado plenamente
en el mensajero divino, poniendo su voluntad y su vida en las manos
del Señor, sin duda ni pregunta alguna. Pero como tantos otros,
trató de hacer planes por sí mismo: “Cerca de aquí hay una pequeña
ciudad, a la cual puedo huir. Dejadme ir allá (¿no es en verdad
pequeña?) y salvaré mi vida”.
Génesis 19:20
. La ciudad mencionada
aquí era Bela, que más tarde se llamó Zoar. Estaba a pocas millas de
Sodoma, era tan corrompida como esta, y también condenada a la
destrucción. Pero Lot rogó que fuese conservada, insistiendo en que
era poco lo que pedía; y lo que deseaba le fue otorgado. El Señor le
aseguró: “He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no
destruiré la ciudad de que has hablado”. ¡Cuánta es la misericordia
de Dios hacia sus extraviadas criaturas!
Otra vez se le dio la solemne orden de apresurarse, pues la
tempestad de fuego tardaría muy poco en llegar. Pero una de las
personas fugitivas se atrevió a mirar hacia atrás, hacia la ciudad
condenada, y se convirtió en monumento del juicio de Dios. Si Lot
mismo no hubiera vacilado en obedecer a la advertencia del ángel, y
si hubiese huido con prontitud hacia las montañas, sin una palabra de
súplica ni de protesta, su esposa también habría podido escapar. La
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influencia del ejemplo de él la habría salvado del pecado que selló