Página 144 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

140
Historia de los Patriarcas y Profetas
noche la puerta de la gracia fue cerrada para siempre para los impíos
y descuidados habitantes de Sodoma.
Dios no será siempre objeto de burla; no se jugará mucho tiempo
con él. “He aquí el día de Jehová viene: día terrible, de indignación
y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad y raer de ella a sus
pecadores”.
Isaías 13:9
. La inmensa mayoría del mundo desechará
la misericordia de Dios, y será sumida en pronta e irremisible ruina.
Pero el que presta oídos a la advertencia y “habita al abrigo
del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”. “Escudo y
[145]
protección es su verdad”. Para el tal es la promesa: “Lo saciaré de
larga vida y le mostraré mi salvación”.
Salmos 91:1, 4, 16
.
Lot habitó poco tiempo en Zoar. La impiedad reinaba allí como
en Sodoma, y tuvo miedo de quedarse, por temor a que la ciudad
fuera destruída. Poco después Zoar fue destruida, tal como Dios lo
había proyectado. Lot se fue a los montes y vivió en una caverna,
privado de todas las cosas por las cuales se había atrevido a exponer
a su familia a la influencia de una ciudad impía. Pero hasta allá lo
siguió la maldición de Sodoma. La infame conducta de sus hijas
fue la consecuencia de las malas compañías que habían tenido en
aquel vil lugar. La depravación moral de Sodoma se había filtrado
de tal manera en su carácter, que ellas no podían distinguir entre
lo bueno y lo malo. Los únicos descendientes de Lot, los moabitas
y amonitas, fueron tribus viles e idólatras, rebeldes contra Dios, y
acérrimos enemigos de su pueblo.
¡Cuán grande fue el contraste entre la vida de Lot y la de
Abraham! Una vez habían sido compañeros, habían adorado ante el
mismo altar, y habían morado juntos en sus tiendas de peregrinos.
Pero ¡qué separados estaban ahora! Lot había elegido a Sodoma en
busca de placer y beneficios. Abandonando el altar de Abraham y
sus sacrificios diarios ofrecidos al Dios viviente, había permitido
a sus hijos mezclarse con un pueblo depravado e idólatra; sin em-
bargo, había conservado en su corazón el temor de Dios, pues las
Escrituras lo llaman “justo”.
2 Pedro 2:7
. Su alma justa se afligía por
la vil conversación que tenía que oír diariamente, y por la violencia
y los crímenes que no podía impedir. Fue salvado, por fin, como un
“tizón arrebatado del incendio” (
Zacarías 3:2
), pero fue privado de
su hacienda, perdió a su esposa y a sus hijos, moró en cuevas como
las fieras, en su vejez fue cubierto de infamia, y dio al mundo no una