Capítulo 16—Jacob y Esaú
Este capítulo está basado en Génesis 25:19 y 27.
Jacob y Esaú, los hijos gemelos de Isaac, presentan un contraste
sorprendente tanto en su vida como en su carácter. Esta desigualdad
fue predicha por el ángel de Dios antes de que nacieran. Cuando él
contestó la oración de Rebeca, le anunció que tendría dos hijos y le
reveló su historia futura, diciéndole que cada uno sería jefe de una
nación poderosa, pero que uno de ellos sería más grande que el otro,
y que el menor tendría la preeminencia.
Esaú se crió deleitándose en la complacencia propia y concen-
trando todo su interés en lo presente. Contrario a toda restricción,
se deleitaba en la libertad montaraz de la caza, y desde joven eligió
la vida de cazador. Sin embargo, era el hijo favorito de su padre. El
pastor tranquilo y pacífico se sintió atraído por la osadía y la fuerza
de su hijo mayor, que corría sin temor por montes y desiertos, y
volvía con caza para su padre y con relatos palpitantes de su vida
aventurera.
Jacob, reflexivo, aplicado y cuidadoso, pensando siempre más
en el porvenir que en el presente, se conformaba con vivir en casa,
ocupado en cuidar los rebaños y en labrar la tierra. Su perseverancia
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paciente, su economía y su previsión eran apreciadas por su madre.
Sus afectos eran profundos y fuertes, y sus gentiles e infatigables
atenciones contribuían mucho más a su felicidad que la amabili-
dad bulliciosa y ocasional de Esaú. Para Rebeca, Jacob era el hijo
predilecto.
Las promesas hechas a Abraham y confirmadas a su hijo eran
miradas por Isaac y Rebeca como la meta suprema de sus deseos
y esperanzas. Esaú y Jacob conocían estas promesas. Se les había
enseñado a considerar la primogenitura como asunto de gran impor-
tancia, porque no solo abarcaba la herencia de las riquezas terrenales,
sino también la preeminencia espiritual. El que la recibía debía ser
el sacerdote de la familia; y de su linaje descendería el Redentor
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