Página 157 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Jacob y Esaú
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no tenía todavía un conocimiento experimental del Dios a quien ado-
raba. Su corazón no había sido renovado por la gracia divina. Creía
que la promesa respecto a él mismo no se podría cumplir mientras
Esaú poseyera la primogenitura; y constantemente estudiaba los
medios de obtener la bendición que su hermano consideraba de poca
importancia y que para él era tan preciosa.
Cuando Esaú, al volver un día de la caza, cansado y desfallecido,
le pidió a Jacob la comida que estaba preparando, este último, en
quien predominaba siempre el mismo pensamiento, aprovechó la
oportunidad y ofreció saciar el hambre de su hermano a cambio de
la primogenitura. “Me estoy muriendo, ¿para qué, pues, me servirá
la primogenitura?”
Génesis 25:32
. Y por un plato de lentejas se
deshizo de su primogenitura, y confirmó la transacción mediante
un juramento. Unos instantes después, a lo sumo, Esaú hubiera
conseguido alimento en las tiendas de su padre; pero para satisfacer
el deseo del momento, despreció insensatamente la gloriosa herencia
que Dios mismo había prometido a sus padres. Todo su interés se
concentraba en el momento presente. Estaba dispuesto a sacrificar
lo celestial por lo terreno, a cambiar un bien futuro por un placer
momentáneo.
“Así menospreció Esaú la primogenitura”. Al deshacerse de ella,
tuvo un sentimiento de alivio. Ahora su camino estaba libre; podría
hacer lo que se le antojara. ¡Cuántos aun hoy día, por este insensato
placer, incorrectamente llamado libertad, venden su derecho a una
herencia pura, inmaculada y eterna en el cielo!
Sometido siempre a los estímulos exteriores y terrenales, Esaú se
casó con dos mujeres de las hijas de Het, que adoraban dioses falsos,
y su idolatría causaba amarga pena a Isaac y Rebeca. Esaú había
violado una de las condiciones del pacto, que prohibía el matrimonio
entre el pueblo escogido y los paganos; pero Isaac no vacilaba en
su determinación de conferirle la primogenitura. Las razones de
Rebeca, el vehemente deseo de Jacob de recibir la bendición, la
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indiferencia de Esaú hacia sus obligaciones, no consiguieron cambiar
la resolución del padre.
Pasaron los años, hasta que Isaac, anciano y ciego, y esperando
morir pronto, decidió no demorar más en dar la bendición a su hijo
mayor. Pero conociendo la resistencia de Rebeca y de Jacob, decidió
realizar secretamente la solemne ceremonia. En conformidad con la