Página 159 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Jacob y Esaú
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solemne juramento, ahora estaba decidido a conseguir sus bendicio-
nes, a pesar de las protestas de su hermano. Con la primogenitura
espiritual estaba unida la temporal, que le daría el gobierno de la
familia y una porción doble de las riquezas de su padre. Estas eran
bendiciones que él podía avalorar. “Levántate ahora, siéntate y come
de mi caza, para que me bendigas”.
Temblando de asombro y tristeza, el anciano padre se dio cuen-
ta del engaño cometido contra él. Habían sido frustradas las caras
esperanzas que había albergado durante tanto tiempo, y sintió en
el alma el desengaño que había de herir a su hijo mayor. Sin em-
bargo, se le ocurrió como un relámpago la convicción de que era
la providencia de Dios la que había vencido su intención, y había
realizado aquello que él había resuelto impedir. Se acordó de las
palabras que el ángel había dicho a Rebeca, y no obstante el pecado
del cual Jacob ahora era culpable, vio en él al hijo más capaz para
cumplir los propósitos de Dios. Cuando las palabras de la bendición
estaban en sus labios, había sentido sobre sí mismo el Espíritu de
la inspiración; y ahora, conociendo todas las circunstancias, ratificó
la bendición que sin saberlo había pronunciado sobre Jacob: “Yo le
bendije, y será bendito”.
Esaú había menospreciado la bendición mientras parecía estar a
su alcance, pero ahora que se le había escapado para siempre, deseó
poseerla. Se despertó toda la fuerza de su naturaleza impetuosa y
apasionada, y su dolor e ira fueron terribles. Gritó con intensa amar-
gura: “Bendíceme también a mí, padre mío”. “¿No has guardado
bendición para mí?” Pero la promesa dada no se había de revocar.
No podía recobrar la primogenitura que había despreciado de forma
tan insensata. “Por una vianda”, con que satisfizo momentáneamente
el apetito que nunca había reprimido, vendió Esaú su herencia; y
cuando comprendió su locura, ya era tarde para recobrar la ben-
dición. “No tuvo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la
procuró con lágrimas”.
Hebreos 12:16, 17
. Esaú no quedaba privado
del derecho de buscar la gracia de Dios mediante el arrepentimiento;
pero no podía encontrar medios para recobrar la primogenitura. Su
dolor no provenía por estar convencido de haber pecado; no desea-
ba reconciliarse con Dios. Se entristecía por los resultados de su
pecado, no por el pecado mismo.
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