Página 18 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
No se había efectuado cambio alguno en la posición o en la
autoridad de Cristo. La envidia de Lucifer, sus tergiversaciones, y
sus pretensiones de igualdad con Cristo, habían hecho absolutamente
necesaria una declaración categórica acerca de la verdadera posición
que ocupaba el Hijo de Dios; pero esta había sido la misma desde
el principio. Sin embargo, las argucias de Lucifer confundieron a
muchos ángeles.
Valiéndose de la amorosa y leal confianza depositada en él por
los seres celestiales que estaban bajo sus órdenes, había inculcado
tan insidiosamente en sus mentes su propia desconfianza y descon-
tento, que su influencia no se discernía. Lucifer había presentado
con engaño los designios de Dios, interpretándolos torcida y erró-
neamente, a fin de producir disensión y descontento. Con astucia
inducía a sus oyentes a que expresaran sus sentimientos; luego,
cuando así convenía a sus intereses, repetía esas declaraciones en
prueba de que los ángeles no estaban del todo en armonía con el
gobierno de Dios. Mientras aseveraba tener perfecta lealtad hacia
Dios, insistía en que era necesario que se hicieran cambios en el
orden y las leyes del cielo para asegurar la estabilidad del gobierno
divino. Así, mientras trabajaba para despertar oposición a la ley de
Dios y por inculcar su propio descontento en la mente de los ángeles
que estaban bajo sus órdenes, hacía alarde de querer eliminar el des-
contento y reconciliar a los ángeles desconformes con el orden del
cielo. Mientras fomentaba secretamente el desacuerdo y la rebelión,
con pericia consumada aparentaba que su único fin era promover la
lealtad y preservar la armonía y la paz.
El espíritu de descontento se había encendido y hacía su funesta
obra. Aunque no había rebelión abierta, el desacuerdo aumentaba
imperceptiblemente entre los ángeles. Algunos recibían favorable-
mente las insinuaciones de Lucifer contra el gobierno de Dios. Aun-
que previamente habían estado en perfecta armonía con el orden que
Dios había establecido, estaban ahora descontentos y se sentían des-
dichados porque no podían penetrar los inescrutables designios de
Dios; les desagradaba la idea de exaltar a Cristo. Estaban listos para
respaldar la demanda de Lucifer de que él tuviera igual autoridad
que el Hijo de Dios. Pero los ángeles que permanecieron leales y
fieles apoyaron la sabiduría y la justicia del decreto divino, y así tra-
taron de reconciliar al descontento Lucifer con la voluntad de Dios.
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