Página 20 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Un Creador compasivo, deseoso de manifestar piedad hacia Lu-
cifer y sus seguidores, procuró hacerlos retroceder del abismo de
la ruina al cual estaban a punto de lanzarse. Pero su misericordia
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fue mal interpretada. Lucifer señaló la longanimidad de Dios como
una prueba evidente de su propia superioridad sobre él, como una
indicación de que el Rey del universo aún accedería a sus exigencias.
Si los ángeles se mantenían firmes de su parte, dijo, aún podrían
conseguir todo lo que deseaban. Defendió persistentemente su con-
ducta, y se dedicó de lleno al gran conflicto contra su Creador. Así
fue como Lucifer, el “portaluz”, el que compartía la gloria de Dios,
el ministro de su trono, mediante la transgresión, se convirtió en Sa-
tanás el “adversario” de Dios y de los seres santos, y el destructor de
aquellos que el Señor había encomendado a su dirección y cuidado.
Rechazando con desdén los argumentos y las súplicas de los
ángeles leales, los tildó de esclavos engañados. Declaró que la prefe-
rencia otorgada a Cristo era un acto de injusticia tanto hacia él como
hacia toda la hueste celestial, y anunció que desde ese entonces no
se sometería a esa violación de los derechos de sus asociados y de
los suyos propios. Nunca más reconocería la supremacía de Cristo.
Decidió reclamar el honor que se le debió haber otorgado, y asumir
la dirección de cuantos quisieran seguirle; y prometió a quienes
entraran en sus filas un gobierno nuevo y mejor, bajo el cual todos
gozarían de libertad. Gran número de ángeles manifestó su decisión
de aceptarlo como su caudillo. Engreído por el favor que recibieran
sus designios, alentó la esperanza de atraer a su lado a todos los
ángeles para hacerse igual a Dios mismo, y ser obedecido por toda
la hueste celestial.
Los ángeles leales volvieron a instar a Satanás y a sus simpati-
zantes a someterse a Dios; les presentaron el resultado inevitable en
caso de rehusarse. El que los había creado podía vencerlos y castigar
severamente su rebelde osadía. Ningún ángel podía oponerse con
éxito a la ley divina, tan sagrada como Dios mismo. Advirtieron y
aconsejaron a todos que hicieran oídos sordos a los razonamientos
engañosos de Lucifer, e instaron a él y a sus secuaces a buscar la
presencia de Dios sin demora alguna, y a confesar el error de haber
puesto en tela de juicio la sabiduría y la autoridad divinas.
Muchos estaban dispuestos a prestar atención a este consejo, a
arrepentirse de su desafecto, y a pedir que se les admitiera en el favor