Página 205 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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José y sus hermanos
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de tribus paganas poderosas que no habrían de ser desalojadas has-
ta “la cuarta generación”. De haber quedado allí, para convertirse
en un pueblo numeroso, los descendientes de Israel habrían tenido
que expulsar a los habitantes de la tierra o dispersarse entre ellos.
Conforme a la disposición divina, no podían hacer lo primero; y si
se mezclaban con los cananeos, se expondrían a ser seducidos por
la idolatría. Egipto, sin embargo, ofrecía las condiciones necesarias
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para el cumplimiento del propósito divino. Se les ofrecía allí un
sector del país bien regado y fértil, con todas las ventajas necesarias
para un rápido crecimiento. Y la antipatía que habían de encontrar en
Egipto debido a su ocupación, porque para “los egipcios es abomi-
nación todo pastor de ovejas”, les permitiría seguir siendo un pueblo
distinto y separado, y serviría para impedirles que participaran en la
idolatría egipcia.
Al llegar a Egipto, la compañía se dirigió a la tierra de Gosén.
Allí fue José en su carro oficial, acompañado de un séquito prin-
cipesco. Olvidó el esplendor de su ambiente y la dignidad de su
posición; un solo pensamiento llenaba su mente, un anhelo conmo-
vía su corazón. Cuando divisó la llegada de los viajeros, no pudo ya
reprimir el amor cuyos anhelos había sofocado durante tan largos
años. Saltó de su carro, y corrió a dar la bienvenida a su padre. “Se
echó sobre su cuello, y sobre su cuello lloró largamente. Entonces
Israel dijo a José: “Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro y sé
que aún vives””.
José llevó a cinco de sus hermanos para presentarlos al faraón, y
para que se les diera la tierra en que iban a establecer sus hogares. La
gratitud hacia su primer ministro induciría al monarca a honrarlos
con nombramientos para ocupar cargos oficiales; pero José, leal
al culto de Jehová, trató de salvar a sus hermanos de las tentacio-
nes a que se expondrían en una corte pagana; por consiguiente, les
aconsejó que cuando el rey les preguntara, le dijeran francamente
su ocupación. Los hijos de Jacob siguieron este consejo, teniendo
cuidado también de manifestar que habían venido a morar tempo-
ralmente en la tierra, y no a permanecer allí, reservándose de esa
manera el derecho de marcharse cuando lo desearan. El rey les asig-
nó un lugar, como había ofrecido, en lo mejor del país, en la tierra
de Gosén.