Página 204 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
le pidieron perdón. Durante mucho tiempo habían sufrido ansiedad
y remordimiento, y ahora se llenaron de gozo al ver que José estaba
vivo.
La noticia de lo que había ocurrido pronto llegó a oídos del
rey, quien, anheloso de manifestar su gratitud a José, confirmó la
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invitación del gobernador a su familia, diciendo: “La riqueza de la
tierra de Egipto será vuestra”. Los hermanos de José fueron enviados
con gran provisión de alimentos y carruajes, y todo lo necesario para
trasladar a Egipto a todas sus familias y las personas que dependían
de ellas. José hizo regalos más valiosos a Benjamín que a los otros
hermanos. Luego, temiendo que sobrevinieran disputas entre ellos
durante el viaje de regreso, cuando estaban por partir les dio el
encargo: “No riñáis por el camino”.
Los hijos de Jacob volvieron a su padre con la grata noticia: “¡Jo-
sé aún vive!, y él es señor en toda la tierra de Egipto”. Al principio
el anciano se sintió abrumado. No podía creer lo que oía; pero al ver
la larga caravana de carros y animales cargados, y a Benjamín otra
vez con él, se convenció, y lleno de gozo, exclamó: “Con esto me
basta ¡José, mi hijo, vive todavía! Iré y lo veré antes de morir”.
Quedaba otro acto de humillación para los diez hermanos. Con-
fesaron a su padre el engaño y la crueldad que durante tantos años
habían amargado la vida de él y la de ellos. Jacob no los había creído
capaces de tan vil pecado, pero vio que todo había sido dirigido para
bien, y perdonó y bendijo a sus descarriados hijos.
Muy pronto el padre y los hijos, con sus familias, sus rebaños
y manadas, y muchos asistentes, se pusieron en camino a Egipto.
Viajaron con corazón regocijado, y cuando llegaron a Beerseba el
patriarca ofreció sacrificios de agradecimiento, e imploró al Señor
que les otorgara una garantía de que iría con ellos. En una visión
nocturna recibió la divina palabra: “No temas descender a Egipto,
porque allí haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a
Egipto, y yo también te haré volver”.
La promesa: “No temas de descender a Egipto, porque yo te
pondré allí en gran gente”, era muy significativa. Se había prometido
que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas; pero
hasta entonces el pueblo elegido había aumentado lentamente. Y la
tierra de Canaán no ofrecía en ese tiempo campo propicio para el
desarrollo de la nación que se había predicho. Estaba en posesión