Página 203 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

José y sus hermanos
199
ordenó que todos excepto estos hombres se retiraran; entonces,
llorando en alta voz, exclamó: “Yo soy José: ¿Vive aún mi padre?”
[208]
Sus hermanos permanecieron inmóviles, mudos de temor y asom-
bro. ¡El gobernador de Egipto era su hermano José, a quien por envi-
dia habían querido asesinar, y a quien por fin habían vendido como
esclavo! Todos los tormentos que le habían hecho sufrir pasaron ante
ellos. Recordaron cómo habían menospreciado sus sueños, y cómo
habían luchado por evitar que se cumplieran. Sin embargo, habían
participado en el cumplimiento de esos sueños; y ahora estaban por
completo a merced de él, y sin duda alguna, él se vengaría del daño
que había sufrido.
Viendo su confusión, les dijo amablemente: “Acercaos ahora
a mí”, y cuando se acercaron, él prosiguió: “Yo soy José vuestro
hermano el que vendisteis a los egipcios. Ahora pues, no os en-
tristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para salvar
vidas me envió Dios delante de vosotros”. Considerando que ya
habían sufrido ellos lo suficiente por su crueldad hacia él, noblemen-
te trató de desvanecer sus temores y de reducir la amargura de su
remordimiento.
“Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y
aún quedan cinco años en los cuales no habrá arada ni siega. Dios
me envió delante de vosotros para que podáis sobrevivir sobre la
tierra, para daros vida por medio de una gran liberación. Así, pues,
no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre
del faraón, por señor de toda su casa y por gobernador en toda la
tierra de Egipto. Daos prisa, id a mi padre y decidle: “Así dice tu
hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven a mí,
no te detengas. Habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de
mí, tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y
todo lo que tienes. Allí te alimentaré, pues aún quedan cinco años
de hambre, para que no perezcas de pobreza tú, tu casa y todo lo
que tienes”. Vuestros ojos ven, y también los ojos de mi hermano
Benjamín, que mi boca os habla. Haréis, pues, saber a mi padre
toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto. ¡Daos prisa, y
traed a mi padre acá! José se echó sobre el cuello de su hermano
Benjamín y lloró; también Benjamín lloró sobre su cuello. Luego
besó a todos sus hermanos y lloró sobre ellos. Después de esto, sus
hermanos hablaron con él”. Confesaron humildemente su pecado, y