Página 202 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
mayordomo los examinó a todos; comenzando con Rubén, siguió
en orden hasta llegar al menor. La copa se encontró en el saco de
Benjamín.
Los hermanos desgarraron su ropa en señal de profundo dolor, y
regresaron lentamente a la ciudad. De acuerdo con su propia prome-
sa, Benjamín estaba condenado a una vida de esclavitud. Siguieron
al mayordomo hasta el palacio, y encontrando al gobernador todavía
allí, se postraron ante él. “¿Qué acción es esta que habéis hecho?
-dijo- ¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar?” José se
proponía obtener de ellos un reconocimiento de su pecado. Jamás
había pretendido poseer el poder de adivinar, pero quería hacerles
creer que podía leer los secretos de su vida.
Judá contestó: “¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos o
con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos.
Nosotros somos siervos de mi señor, nosotros y también aquel en
cuyo poder se halló la copa”.
“Nunca haga yo tal cosa -fue la respuesta-. El hombre en cuyo
poder se halló la copa, ese será mi siervo; vosotros id en paz junto a
vuestro padre”.
En su profundo dolor, Judá se acercó al gobernador y exclamó:
“¡Ay, señor mío!, te ruego que permitas a tu siervo decir una palabra
a oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues
tú eres como el faraón”. Con palabras de conmovedora elocuencia
describió el profundo pesar de su padre por la pérdida de José, y su
rechazo a permitir que Benjamín viajara con ellos a Egipto, pues
era el único hijo que le quedaba de su madre Raquel, a quien Jacob
había amado tan tiernamente. “Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu
siervo, mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada
a la vida de él, sucederá que cuando no vea al joven, morirá; y tus
siervos harán que con dolor desciendan al seol las canas de nuestro
padre, tu siervo. Como tu siervo salió fiador del joven ante mi padre,
diciendo: “Si no te lo traigo de vuelta, entonces yo seré culpable
ante mi padre para siempre”, por eso te ruego que se quede ahora
tu siervo en lugar del joven como siervo de mi señor, y que el joven
vaya con sus hermanos, pues ¿cómo volveré yo a mi padre sin el
joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre”.
José estaba satisfecho. Había visto en sus hermanos los frutos
del verdadero arrepentimiento. Al oír el noble ofrecimiento de Judá,