Página 201 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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José y sus hermanos
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se les prohibía comer con gente de cualquier otra nación. A los hijos
de Jacob, por lo tanto, se les asignó una mesa separada, mientras que
el gobernador, debido a su alta jerarquía, comía solo, y los egipcios
también comían en mesas aparte. Cuando todos estaban sentados, los
hermanos se sorprendieron al ver que estaban dispuestos en orden
exacto, conforme a sus edades. “José tomó viandas de delante de
sí para ellos; pero la porción de Benjamín era cinco veces mayor
que la de cualquiera de los demás”. Mediante esta demostración de
favor en beneficio de Benjamín, José esperaba averiguar si sentían
hacia el hermano menor la envidia y el odio que le habían manifes-
tado a él. Creyendo todavía que José no comprendía su lengua, los
hermanos conversaron libremente entre ellos; de modo que le dieron
buena oportunidad de conocer sus verdaderos sentimientos. Deseaba
probarlos aún más, y antes de su partida ordenó que ocultaran su
propia copa de plata en el saco del menor.
Alegremente emprendieron su viaje de regreso. Simeón y Ben-
jamín iban con ellos; sus animales iban cargados de cereales, y
todos creían que habían escapado felizmente de los peligros que
parecieron rodearlos. Pero apenas habían llegado a las afueras de la
ciudad cuando fueron alcanzados por el mayordomo del gobernador,
quien les hizo la hiriente pregunta: “¿Por qué habéis pagado mal por
bien? ¿Por qué habéis robado mi copa de plata? ¿No es esta en la
que bebe mi señor, y la que usa para adivinar? ¡Habéis hecho mal
al hacer esto!” (VM). Se suponía que esa copa poseía el poder de
descubrir cualquier sustancia venenosa que se colocara en ella. En
aquel entonces, las copas de esta clase eran altamente apreciadas
como una protección contra el envenenamiento.
A la acusación del mayordomo los viajeros contestaron: “¿Por
qué dice nuestro señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos.
Si el dinero que hallamos en la boca de nuestros costales te lo
volvimos a traer desde la tierra de Canaán, ¿cómo íbamos a hurtar
de casa de tu señor plata ni oro? Aquel de tus siervos a quien se le
encuentre la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi
señor. Entonces el mayordomo dijo: “También ahora sea conforme
a vuestras palabras: aquel a quien se le encuentre será mi siervo; los
demás quedaréis sin culpa””.
En seguida se inició la búsqueda. “Ellos entonces se dieron prisa,
bajó cada uno su costal a tierra y cada cual abrió el suyo”. Y el
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