Página 200 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
miel, aromas y mirra, nueces y almendras”, y también una cantidad
doble de dinero. “Asimismo tomad también a vuestro hermano, y
levantaos, y volved a aquel hombre”. Cuando sus hijos se disponían
a emprender su incierto viaje, el anciano padre se puso de pie, y
levantando los brazos al cielo pronunció esta oración: “Que el Dios
omnipotente haga que ese hombre tenga misericordia de vosotros, y
os suelte al otro hermano vuestro y a este Benjamín. Y si he de ser
privado de mis hijos, que lo sea”.
De nuevo viajaron a Egipto, y se presentaron ante José. Cuando
vio a Benjamín, el hijo de su propia madre, se conmovió profunda-
mente. Sin embargo, ocultó su emoción, y ordenó que los llevaran a
su casa, e hicieran preparativos para que comieran con él.
Al ser llevados al palacio del gobernador, los hermanos se alar-
maron grandemente, temiendo que se los llamara a cuenta por el
dinero encontrado en los sacos. Creyeron que pudo haber sido puesto
allí intencionalmente, con el fin de tener una excusa para conver-
tirlos en esclavos. En su angustia, consultaron al mayordomo de la
casa, y le explicaron las circunstancias de su visita a Egipto; y en
prueba de su inocencia le informaron que habían traído de vuelta el
dinero encontrado en los sacos, y también más dinero para comprar
alimentos; y agregaron: “No sabemos quién haya puesto nuestro
dinero en nuestros costales”. El hombre contestó: “Paz a vosotros,
no temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os puso ese
tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero”. Su ansiedad se
alivió, y cuando se les unió Simeón, que había sido libertado de su
prisión, creyeron que Dios era realmente misericordioso con ellos.
Cuando el gobernador volvió a verlos, le presentaron sus regalos,
y humildemente se inclinaron a él a tierra. José recordó nuevamente
sus sueños, y después de saludar a sus huéspedes, se apresuró a
preguntarles: “¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa bien?
¿Vive todavía? Ellos respondieron: “Tu siervo, nuestro padre, está
bien; aún vive”. Y se inclinaron e hicieron reverencia”. Entonces
sus ojos se fijaron en Benjamín, y dijo: “¿Es éste vuestro hermano
menor, de quien me hablasteis?... Dios tenga misericordia de ti, hijo
mío”. Pero abrumado por sus sentimientos de ternura, no pudo decir
más. “Y entró a su habitación, y lloró allí”.
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Después de recobrar el dominio de sí mismo, volvió, y todos pro-
cedieron al festín. De acuerdo con las leyes de casta, a los egipcios