Página 199 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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José y sus hermanos
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Jacob esperaba ansiosamente el regreso de sus hijos, y a su re-
greso todo el campamento se reunió anhelante alrededor de ellos
mientras relataban a su padre todo lo que había ocurrido. La alarma
y el recelo llenaron el corazón de todos. La conducta del gobernador
egipcio sugería que algo no andaba bien, y sus temores se confir-
maron, cuando al abrir los sacos cada uno encontró su dinero. En
su angustia el anciano padre exclamó: “Me habéis privado de mis
hijos: José no aparece, Simeón tampoco y ahora os llevaréis a Ben-
jamín. Estas cosas acabarán conmigo. Rubén respondió a su padre:
“Quítales la vida a mis dos hijos, si no te lo devuelvo. Confíamelo a
mí y yo te lo devolveré””. Estas palabras temerarias no aliviaron la
preocupación de Jacob. Su respuesta fué: “No descenderá mi hijo
con vosotros, pues su hermano ha muerto y él ha quedado solo;
si le acontece algún desastre en el camino por donde vais, haréis
descender mis canas con dolor al seol”.
Pero la sequía continuaba, y al cabo de cierto tiempo la provisión
de granos que habían traído de Egipto estaba casi agotada. Los
hijos de Jacob sabían muy bien que sería vano regresar a Egipto sin
Benjamín. Tenían poca esperanza de cambiar la resolución del padre,
y esperaban la crisis en silencio. La sombra del hambre se hacía
cada vez más oscura; en los rostros ansiosos de todo el campamento
el anciano leyó su necesidad; por fin dijo: “Volved, y comprad para
nosotros un poco de alimento”.
Judá contestó: “Aquel hombre nos advirtió con ánimo resuelto:
“No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros”.
Si envías a nuestro hermano con nosotros, descenderemos y te com-
praremos alimento. Pero si no lo envías, no descenderemos, porque
aquel hombre nos dijo: “No veréis mi rostro si no traéis a vuestro
hermano con vosotros””.
Génesis 43:3-5
. Viendo que la resolución
de su padre empezaba a vacilar, agregó: “Envía al joven conmigo;
nos levantaremos e iremos enseguida, a fin de que vivamos y no
muramos, ni nosotros, ni tú, ni nuestros niños” y se ofreció como
garante de su hermano, comprometiéndose a aceptar la culpa para
siempre si no devolvía a Benjamín a su padre.
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Jacob no pudo negar su consentimiento por más tiempo, y ordenó
a sus hijos que se prepararan para el viaje. También les mandó que
llevaran al gobernador un regalo de las cosas que podía proporcionar
aquel país devastado por el hambre, “un poco de bálsamo, un poco de