Página 215 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Moisés
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favor del rey que gobernaba en aquel entonces, se habían diseminado
rápidamente por el país. Pero se habían mantenido como una raza
distinta, sin tener nada en común con los egipcios en sus costumbres
o en su religión; y su creciente número provocaba el recelo del rey
y su pueblo, pues temían que en caso de guerra se unieran con los
enemigos de Egipto. Sin embargo, las leyes prohibían que fueran
expulsados del país. Muchos de ellos eran obreros capacitados y
entendidos, y contribuían grandemente a la riqueza de la nación; el
rey los necesitaba para la construcción de sus magníficos palacios y
templos. Por lo tanto, los equiparó con los egipcios que se habían
vendido con sus posesiones al reino. Poco después puso sobre ellos
“comisarios de tributos” y completó su esclavitud. “Los egipcios
hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida
con dura servidumbre en la fabricación de barro y ladrillo, en toda
labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con
rigor”. “Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y
crecían”.
El rey y sus consejeros habían esperado someter a los israelitas
mediante arduos trabajos, y de esa manera disminuir su número y
sofocar su espíritu independiente. Al fracasar en el logro de sus
propósitos, usaron medidas mucho más crueles. Se ordenó a las
mujeres cuya profesión les daba la oportunidad de hacerlo, que
dieran muerte a los niños varones hebreos en el momento de nacer.
Satanás fue el instigador de este plan. Sabía que entre los israelitas
se levantaría un libertador; y al inducir al rey a destruir a los niños
varones, esperaba derrotar el propósito divino. Pero esas mujeres
temían a Dios, y no osaron cumplir tan cruel mandato. El Señor
aprobó su conducta, y las hizo prosperar. El rey, disgustado por el
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fracaso de su propósito, dio a la orden un carácter más urgente y
general. Pidió a toda la nación que buscara y diera muerte a sus
víctimas desamparadas. “Entonces el faraón dio a todo su pueblo
esta orden: “Echad al río a todo hijo que nazca, y preservad la vida
a toda hija””.
Mientras este decreto estaba en vigencia, les nació un hijo a
Amrán y Jocabed, israelitas devotos de la tribu de Leví. El niño era
hermoso, y los padres, creyendo que el tiempo de la liberación de
Israel se acercaba y que Dios iba a suscitar un libertador para su