Página 226 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
las señales”. Moisés no pudo oponerse más; pues todo fundamento
para las excusas había desaparecido.
El mandato divino halló a Moisés sin confianza en sí mismo,
tardo para hablar y tímido. Estaba abrumado con el sentimiento
de su incapacidad para ser el portavoz de Dios ante Israel. Pero
una vez aceptada la tarea, la emprendió de todo corazón, poniendo
toda su confianza en el Señor. La grandeza de su misión exigía que
ejercitara las mejores facultades de su mente. Dios bendijo su pronta
obediencia, y llegó a ser elocuente, confiado, sereno y apto para
la mayor obra jamás dada a hombre alguno. Este es un ejemplo
de lo que hace Dios para fortalecer el carácter de los que confían
plenamente en él, y sin reserva alguna cumplen sus mandatos.
El hombre obtiene poder y eficiencia cuando acepta las respon-
sabilidades que Dios deposita en él, y procura con toda su alma la
manera de capacitarse para cumplirlas bien. Por humilde que sea su
posición o por limitada que sea su habilidad, el tal logrará verdadera
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grandeza si, confiando en la fortaleza divina, procura realizar su obra
con fidelidad. Si Moisés hubiera dependido de su propia fuerza y
sabiduría, y se hubiera mostrado deseoso de aceptar el gran encargo,
habría revelado su entera ineptitud para tal obra. El hecho de que
un hombre comprenda sus debilidades prueba por lo menos que
reconoce la magnitud de la obra que se le asignó y que hará de Dios
su consejero y fortaleza.
Moisés regresó a casa de su suegro, y le expresó su deseo de
visitar a sus hermanos en Egipto. Jetro le dio su consentimiento y
su bendición diciéndole: “Ve en paz”. Con su esposa y sus hijos,
Moisés emprendió el viaje. No se atrevió a dar a conocer su misión,
por temor a que su suegro negara a su esposa y a sus hijos acom-
pañarle. Pero antes de llegar a Egipto, Moisés mismo pensó que
para la seguridad de ellos convenía hacerlos regresar a su morada en
Madián.
Un secreto temor al faraón y a los egipcios, cuya ira se había
encendido contra él cuarenta años atrás, había hecho que Moisés se
sintiera aun menos dispuesto a volver a Egipto; pero una vez que
comenzó a cumplir el mandato divino, el Señor le reveló que sus
enemigos habían muerto.
Mientras se alejaba de Madián, Moisés tuvo una terrible y sor-
prendente manifestación del desagrado del Señor. Se le apareció un