Página 289 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La idolatría en el Sinaí
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hablar bien” (
Éxodo 4:14
), el que no impidió a los idólatras que
cumplieran su osado propósito contra el cielo. Fue Aarón, por medio
de quien Dios había obrado y enviado juicios sobre los egipcios y sus
dioses, el que sin inmutarse oyó proclamar ante la imagen fundida:
“Estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”. Fue
él, quien presenció la gloria del Señor cuando estuvo con Moisés
en el monte y que no había visto nada en ella de lo cual pudiese
hacerse una imagen, el que trocó aquella gloria en la semejanza de un
becerro. Fue él, a quien Dios había confiado el gobierno del pueblo
en ausencia de Moisés, el que sancionó la rebelión del pueblo, por lo
cual “contra Aarón también se enojó Jehová hasta querer destruirlo”.
Deuteronomio 9:20
. Pero en respuesta a la vehemente intercesión
de Moisés, se le perdonó la vida; y porque se humilló y se arrepintió
de su gran pecado le fue restablecido el favor de Dios.
Si Aarón hubiera tenido valor para sostener lo recto, sin impor-
tarle las consecuencias, habría podido evitar aquella apostasía. Si
hubiera mantenido inalterable su fidelidad a Dios, si hubiera recorda-
do al pueblo los peligros del Sinaí y su pacto solemne con Dios, por
el cual se habían comprometido a obedecer su ley, se habría impedi-
do el mal. Pero su sumisión a los deseos del pueblo y la tranquila
seguridad con la cual procedió a llevar a cabo los planes de ellos, los
llevó a hundirse en el pecado más de lo que habían pensado.
Cuando, al regresar al campamento, Moisés enfrentó a los re-
beldes, sus severas reprensiones y la indignación que manifestó al
quebrar las sagradas tablas de la ley contrastaron con el discurso
agradable y el semblante digno de su hermano, y el apoyo de todos
estuvo con Aarón. Para justificarse, Aarón trató de culpar al pueblo
por la debilidad que él mismo había manifestado al acceder a sus
exigencias; pero a pesar de esto el pueblo seguía admirando su bon-
dad y paciencia. Pero Dios no ve como ven los hombres. El espíritu
indulgente de Aarón y su deseo de agradar lo habían cegado de modo
que no pudo ver la enormidad del crimen que estaba sancionando.
Su proceder, al apoyar el pecado de Israel, costó la vida de miles de
personas. ¡Cómo contrasta esto con la forma de actuar de Moisés,
quien, mientras ejecutaba fielmente los juicios de Dios, demostró
que el bienestar de Israel era de más valor que su propia prosperidad,
su honor, o su vida!