Página 288 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
sés juzgó más acertadamente la naturaleza de la conmoción. No era
ruido de combate, sino de festín. “No son voces de vencedores, ni
alaridos de vencidos; oigo cánticos de coros”.
Al acercarse más al campamento, vieron al pueblo que gritaba
y bailaba alrededor de su ídolo. Era una escena de libertinaje pa-
gano, una imitación de las fiestas idólatras de Egipto; pero ¡cuán
distinta era del solemne y reverente culto de Dios! Moisés quedó
anonadado. Venía de la presencia de la gloria de Dios, y aunque se
le había advertido lo que pasaba, no estaba preparado para aquella
terrible muestra de la degradación de Israel. Su ira se encendió. Para
demostrar cuánto aborrecía ese crimen, arrojó al suelo las tablas de
piedra, que se quebraron a la vista del pueblo, dando a entender en
esta forma que así como ellos habían roto su pacto con Dios, así
también Dios rompía su pacto con ellos.
Moisés entró en el campamento, atravesó la multitud enardecida,
tomó el ídolo y lo arrojó al fuego. Después lo hizo polvo, lo esparció
en el arroyo que descendía del monte y ordenó al pueblo beber de él.
Así les demostró la completa inutilidad del dios que habían estado
adorando.
El gran jefe hizo comparecer ante él a su hermano culpable, y
le preguntó severamente: “¿Qué te ha hecho este pueblo, para que
hayas traído sobre él tan gran pecado?” Aarón trató de defenderse
explicando los clamores del pueblo; dijo que si no hubiera accedido
a sus deseos, lo habrían matado. “No se enoje mi señor. Tú conoces
al pueblo, que es inclinado al mal. Ellos me dijeron: “Haznos dioses
que vayan delante de nosotros, porque a Moisés, ese hombre que nos
sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”. Y yo
les respondí: “El que tenga oro, que lo aparte”. Me lo dieron, lo eché
en el fuego y salió este becerro”. Trató de hacerle creer a Moisés
que se había obrado un milagro, que el oro había sido arrojado al
fuego, y que mediante una fuerza sobrenatural se convirtió en un
becerro. Pero de nada le valieron sus excusas y subterfugios. Fue
tratado como el principal ofensor.
El hecho de que Aarón había sido bendecido y honrado más que
el pueblo, hacía tanto más odioso su pecado. Aarón fue “el santo de
Jehová” (
Salmos 106:16
), el que había hecho el ídolo y anunciado
la fiesta. Fue él, que había sido nombrado portavoz de Moisés y
acerca de quien Dios mismo había manifestado: “Yo sé que él puede
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