Página 299 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La enemistad de Satanás hacia la ley
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que no sea capaz de resistir. Dios tomó medidas tales, que nunca
tuvo el hombre que ser necesariamente derrotado en su conflicto con
Satanás.
A medida que se multiplicaron los hombres sobre la tierra, casi
todo el mundo se alistó en las filas de la rebelión. De nuevo Satanás
pareció haber alcanzado la victoria. Pero la omnipotencia divina
impidió otra vez el desarrollo de la iniquidad y, mediante el diluvio,
la tierra fue limpiada de su contaminación moral.
Dice el profeta: “Porque luego que hay juicios tuyos en la tierra,
los moradores del mundo aprenden justicia. Se mostrará piedad al
malvado, pero no aprenderá justicia, [...] y no mirará a la majestad de
Jehová”.
Isaías 26:9, 10
. Así ocurrió después del diluvio. Ya libres
de los castigos del Señor, los habitantes de la tierra se rebelaron
de nuevo contra él. Dos veces el pacto de Dios y sus estatutos
fueron desechados por el mundo. Tanto los antediluvianos como los
descendientes de Noé rechazaron la autoridad divina. Entonces Dios
hizo un pacto con Abraham, y apartó para sí mismo un pueblo que
debía llegar a ser depositario de su ley.
Satanás empezó en seguida a tender sus lazos para seducir y des-
truir a este pueblo. Los hijos de Jacob fueron inducidos a contraer
matrimonio con gentiles y a adorar sus ídolos. Pero José fue fiel
a Dios, y su fidelidad fue un testimonio constante de la verdadera
fe. Para apagar esta luz, Satanás trabajó mediante la envidia de los
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hermanos de José, quienes lo vendieron como esclavo a un pueblo
pagano. Sin embargo, Dios dirigió los acontecimientos para que su
luz fuera comunicada al pueblo egipcio. Tanto en la casa de Potifar
como en la cárcel, José recibió una educación y un adiestramiento
que, con el temor de Dios, lo prepararon para su alta posición como
primer ministro de la nación. Desde el palacio del faraón, se sintió
su influencia por todo el país, y por todas partes se divulgó el cono-
cimiento de Dios. En Egipto los israelitas alcanzaron prosperidad y
riqueza y, hasta donde fueron fieles a Dios, ejercieron una amplia
influencia. Los sacerdotes idólatras se alarmaron al ver que la nueva
religión ganaba favor. Satanás les inspiró su propia enemistad contra
el Dios del cielo y se propusieron apagar aquella luz. Los sacerdo-
tes eran los encargados de la educación del heredero del trono, y
fue el espíritu de terca oposición a Dios y el celo por la idolatría