Página 303 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La enemistad de Satanás hacia la ley
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de ella traer a Aquel que había de ser la verdadera simiente, y que
vencería a Satanás.
El gran rebelde había tramado destruir a Israel, y así frustrar los
propósitos de Dios. Pero otra vez fue derrotado. A pesar de ser tan
pecadores, los israelitas no fueron destruidos. Mientras que los que
se habían puesto tercamente del lado de Satanás fueron eliminados,
los humildes y los que se arrepintieron fueron perdonados bonda-
dosamente. La historia de este pecado iba a destacarse como un
testimonio perpetuo de la culpa y el castigo de la idolatría, y de la
justicia y longanimidad de Dios.
Todo el universo presenció las escenas del Sinaí. En la actuación
de las dos administraciones se vio el contraste entre el gobierno
de Dios y el de Satanás. Otra vez los inmaculados habitantes de
los otros mundos volvieron a ver los resultados de la apostasía de
Satanás, y la clase de gobierno que él habría establecido en el cielo,
si se le hubiera dejado dominar.
Al hacer que los hombres violaran el segundo mandamiento,
Satanás se propuso degradar el concepto que tenían del Ser divino.
Anulando el cuarto mandamiento, les haría olvidar completamente
a Dios. El hecho de que Dios demande reverencia y adoración por
sobre los dioses paganos se funda en que él es el Creador, y que
todas las demás criaturas le deben a él su existencia. Así lo presenta
la Biblia. Dice el profeta Jeremías: “Jehová es el Dios verdadero:
él es el Dios vivo y el Rey eterno [...]. Los dioses, que no hicieron
los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los
cielos. Él hizo con su poder la tierra, con su saber puso en orden el
mundo y con su sabiduría extendió los cielos [...]. Todo hombre se
embrutece, le falta conocimiento; se avergüenza de su ídolo todo
fundidor, porque mentirosa es su obra de fundición y no hay espíritu
en ella. Vanidad son, obra vana; en el tiempo de su castigo perecerán.
No es así la porción de Jacob, porque él es el Hacedor de todo”.
Jeremías 10:10-16
.
El sábado, como recordatorio del poder creador de Dios, lo señala
a él como Creador de los cielos y de la tierra. Por lo tanto, es un
testimonio perpetuo de su existencia, y un recuerdo de su grandeza,
su sabiduría y su amor. Si el sábado se hubiera santificado siempre,
jamás habría podido existir ateos ni idólatras.