Página 315 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El tabernáculo y sus servicios
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vá llenó el tabernáculo”.
Éxodo 40:34
. Hubo una revelación de la
majestad divina, y por un momento ni siquiera Moisés pudo entrar.
Con profunda emoción, el pueblo vio la señal de que la obra de sus
manos era aceptada. No hubo demostraciones de regocijo en alta
voz. Una solemne reverencia se apoderó de todos. Pero la alegría de
sus corazones se manifestó en lágrimas de felicidad, y susurraron
fervientes palabras de gratitud porque Dios había condescendido a
morar con ellos.
Por instrucción divina se apartó a la tribu de Leví para el servicio
del santuario. En tiempos anteriores, cada hombre era sacerdote de
su propia casa. En los días de Abraham, por derecho de nacimiento,
el sacerdocio recaía sobre el hijo mayor. Ahora, en lugar del pri-
mogénito de todo Israel, el Señor escogió a la tribu de Leví para
trabajar en el santuario. Mediante este gran honor, Dios manifestó su
aprobación por la fidelidad de los levitas, tanto por haberse adherido
a su servicio como por haber ejecutado sus juicios cuando Israel
apostató al rendir culto al becerro de oro. El sacerdocio, no obstante,
se restringió a la familia de Aarón. Aarón y sus hijos fueron los
únicos a quienes se les permitió ministrar ante el Señor; al resto de
la tribu se le encargó el cuidado del tabernáculo y su mobiliario;
además debían ayudar a los sacerdotes en su ministerio, pero no
podían ofrecer sacrificios, ni quemar incienso, ni mirar los santos
objetos hasta que estuvieran cubiertos.
Se designó para los sacerdotes un traje especial, que concordaba
con su oficio. “Harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para
honra y hermosura” (
Éxodo 28:2
), fue la instrucción divina que se
le dio a Moisés. Las vestiduras del sacerdote común eran de lino
blanco tejidas de una sola pieza. Se extendía casi hasta los pies,
y se ceñían en la cintura con una faja de lino blanco bordada de
azul, púrpura y rojo. Un turbante de lino, o mitra, completaba su
vestidura exterior. Ante la zarza ardiente se le ordenó a Moisés que
se quitara las sandalias, porque la tierra en que estaba era santa.
Tampoco los sacerdotes debían entrar en el santuario con el calzado
puesto. Las partículas de polvo pegadas a él habrían profanado el
santo lugar. Debían dejar los zapatos en el atrio antes de entrar en
el santuario, y también tenían que lavarse tanto las manos como los
pies antes de servir en el tabernáculo o en el altar del holocausto. En
esa forma se enseñaba constantemente que los que quieran acercarse
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