Página 340 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
profeta, Cristo declaró respecto a sí mismo: “El hacer tu voluntad,
Dios mío, me ha agradado, y tu Ley está en medio de mi corazón”.
Salmos 40:8
. Y cuando vivió entre los hombres, dijo: “No me ha
dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre”.
Juan 8:29
.
El apóstol Pablo presenta claramente la relación que existe entre
la fe y la ley bajo el nuevo pacto. Dice: “Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
“Luego, ¿por la fe invalidamos la Ley? ¡De ninguna manera! Más
bien, confirmamos la Ley”. “Lo que era imposible para la Ley, por
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cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza
de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la
carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.
Romanos
5:1
;
3:31
;
8:3, 4
.
La obra de Dios es la misma en todos los tiempos, aunque hay
distintos grados de desarrollo y diferentes manifestaciones de su
poder para suplir las necesidades de los hombres en los diferentes
siglos. Empezando con la primera promesa evangélica, y siguiendo
a través de las edades patriarcal y judía, para llegar hasta nuestros
propios días, ha habido un desarrollo gradual de los propósitos
de Dios en el plan de la redención. El Salvador simbolizado en
los ritos y ceremonias de la ley judía es el mismo que se revela
en el evangelio. Las nubes que envolvían su divina forma se han
esfumado; la bruma y las sombras se han desvanecido; y Jesús, el
Redentor del mundo, aparece claramente visible. El que proclamó la
ley desde el Sinaí, y entregó a Moisés los preceptos de la ley ritual,
es el mismo que pronunció el sermón sobre el monte. Los grandes
principios del amor a Dios, que él proclamó como fundamento de la
ley y los profetas, son solo una reiteración de lo que él había dicho
por medio de Moisés al pueblo hebreo: “Oye, Israel: Jehová nuestro
Dios, Jehová uno es. Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón,
de toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Y “amarás a tu prójimo
como a ti mismo”.
Deuteronomio 6:4, 5
;
Levítico 19:18
. El Maestro
es el mismo en las dos dispensaciones. Las demandas de Dios son
las mismas. Los principios de su gobierno son los mismos. Porque
todo procede de Aquel “en el cual no hay mudanza, ni sombra de
variación”.
Santiago 1:17
.
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