Página 349 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Del Sinaí a Cades
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Una vez más se manifestó el espíritu elevado y desinteresado
del gran caudillo. Dos de los setenta ancianos, teniéndose humilde-
mente por indignos de un cargo de tanta responsabilidad, no habían
concurrido con sus hermanos ante el tabernáculo; pero el Espíritu de
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Dios descendió sobre ellos donde estaban, y ellos también ejercieron
el don de profecía. Cuando se le informó esto a Josué, quiso poner
coto a esta irregularidad, temiendo que pudiera fomentar la división.
Celoso por el honor de su jefe, dijo: “Señor mío Moisés, no se lo
permitas”. Pero él contestó: “¿Tienes tú celos por mí? Ojalá que todo
el pueblo de Jehová fuera profeta y que Jehová pusiera su espíritu
sobre ellos”.
Un viento fuerte, que sopló entonces de la mar, trajo bandadas
de codornices, “y las dejó sobre el campamento, un día de camino de
un lado y un día de camino del otro lado, alrededor del campamento,
y casi dos codos sobre la superficie de la tierra”. Todo aquel día y
aquella noche, y el siguiente día, el pueblo trabajó recogiendo el
alimento que milagrosamente se le había provisto. Recogieron gran-
des cantidades de codornices. “El que menos, recogió montones”.
Se conservó por desecamiento todo lo que no era necesario para el
consumo del momento, de manera que la provisión, tal como Dios
lo había prometido, fue suficiente para todo un mes.
Dios dio a los israelitas lo que no era beneficioso para ellos
porque habían insistido en desearlo; no querían conformarse con las
cosas que le serían de provecho. Sus deseos rebeldes fueron satis-
fechos, pero se les dejó que sufrieran las consecuencias. Comieron
desenfrenadamente y sus excesos fueron rápidamente castigados.
“Hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande”. Muchos fueron
postrados por fiebres calcinantes, mientras que los más culpables de
entre ellos fueron heridos apenas probaron los alimentos que habían
codiciado.
En Hazerot, el siguiente sitio en donde acamparon después de
salir de Tabera, una prueba aun mayor esperaba a Moisés. Aarón
y María habían ocupado una posición encumbrada en la dirección
de los asuntos de Israel. Ambos tenían el don de profecía, y ambos
habían estado asociados divinamente con Moisés en la liberación
de los hebreos. “Envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María”
(
Miqueas 6:4
), declaró el Señor por medio del profeta Miqueas. En
temprana edad María había revelado su fuerza de carácter, cuando