Del Sinaí a Cades
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Esta manifestación del desagrado del Señor tenía por objeto mo-
tivar a todo Israel a poner coto al creciente espíritu de descontento
y de insubordinación. Si el descontento y la envidia de María no
hubieran recibido una pública reprensión, habrían resultado en gran-
des males. La envidia es una de las peores características satánicas
que existen en el corazón humano, y es una de las más funestas en
sus consecuencias. Dice el sabio: “Cruel es la ira, e impetuoso el
furor; mas ¿quién parará delante de la envidia?”.
Proverbios 27:4
.
Fue la envidia la que provocó la primera discordia en el cielo, y el
albergarla ha obrado males indecibles entre los hombres. “Porque
donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra
perversa”.
Santiago 3:16
.
No debemos considerar como cosa baladí el hablar mal de los
demás, ni constituirnos nosotros mismos en jueces de sus motivos
o acciones. “El que murmura del hermano y juzga a su hermano,
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murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres
hacedor de la Ley, sino juez”.
Santiago 4:11
. Solo hay un Juez, “el
cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las
intenciones de los corazones”.
1 Corintios 4:5
. Y todo el que se en-
cargue de juzgar y condenar a sus semejantes usurpa la prerrogativa
del Creador.
La Biblia nos enseña en forma especial que prestemos cuidado
a no acusar precipitadamente a los llamados por Dios para que
actúen como sus embajadores. El apóstol Pedro, al describir una
clase de pecadores empedernidos, los llama “atrevidos y obstinados,
no temen decir mal de los poderes superiores, mientras que los
ángeles, que son mayores en fuerza y en poder, no pronuncian juicio
de maldición contra ellos delante del Señor”.
2 Pedro 2:10, 11
. Y
Pablo, en sus instrucciones dadas a los que dirigen las iglesias, dice:
“Contra un anciano no admitas acusación sino está apoyada por dos
o tres testigos”.
1 Timoteo 5:19
. El que impuso a ciertos hombres
la pesada carga de ser dirigentes y maestros de su pueblo, hará a
éste responsable de la manera en que trate a sus siervos. Hemos
de honrar a quienes Dios honró. El castigo que cayó sobre María
debe servir de reprensión para todos los que, cediendo a los celos,
murmuren contra aquellos sobre quienes Dios puso la pesada carga
de su obra.
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