Página 359 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Los doce espías
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despertarse su terca voluntad, y declararon que no volverían al de-
sierto. Al ordenarles que se retiraran de la tierra de sus enemigos,
Dios probó la sumisión aparente de ellos, y vio que no era verdadera.
Sabían que habían pecado gravemente al permitir que los dominaran
sentimientos temerarios, y al querer dar muerte a los espías que los
habían motivado a obedecer a Dios; pero solo sintieron temor al
darse cuenta de que habían cometido un error fatal, cuyas conse-
cuencias iban a ser desastrosas. No habían cambiado en su corazón
y solo necesitaban una excusa para rebelarse otra vez. Esta excusa
se les presentó cuando Moisés les ordenó por autoridad divina que
regresaran al desierto.
El decreto de que Israel no entraría en la tierra de Canaán por
cuarenta años fue una amarga desilusión para Moisés, Aarón, Caleb
y Josué; pero aceptaron sin murmurar la decisión divina. Por el con-
trario, los que habían estado quejándose de cómo Dios los trataba
y declarando que querían volver a Egipto, lloraron y se lamentaron
grandemente cuando les fueron quitadas las bendiciones que habían
menospreciado. Se habían quejado por nada, y ahora Dios les daba
verdaderos motivos para llorar. Si se hubieran lamentado por su
pecado cuando les fue presentado fielmente, no se habría pronun-
ciado esta sentencia; pero se afligían por el castigo; su dolor no era
arrepentimiento, y por lo tanto, no podía obtener la revocación de su
sentencia.
Pasaron toda la noche lamentándose; pero por la mañana, rena-
ció en ellos la esperanza. Decidieron redimir su cobardía. Cuando
Dios les había mandado que siguieran hacia adelante y tomaran
posesión de la tierra, habían rehusado hacerlo; ahora, cuando Dios
les ordenaba que se retiraran, se negaron igualmente a obedecer sus
órdenes. Decidieron apoderarse de la tierra; pudiera ser que Dios
aceptara su obra, y cambiara su propósito hacia ellos.
Dios les había dado el privilegio y el, deber de entrar en la tierra
en el tiempo que les indicaría; pero debido a su negligencia volun-
taria, se les había retirado ese permiso. Satanás había logrado su
objeto de impedirles la entrada a Canaán; y ahora los incitaba a que,
contrariando la prohibición divina, hicieran precisamente aquello
que habían rehusado hacer cuando Dios se lo había mandado. De
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esa forma, el gran engañador logró la victoria al incitarlos por se-
gunda vez a la rebelión. Habían desconfiado de que el poder de Dios