Página 395 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El viaje alrededor de Edom
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en Cades, se le negó a Aarón el privilegio de oficiar como sumo
sacerdote de Dios en Canaán, de ofrecer el primer sacrificio en la
tierra prometida, y de consagrar así la herencia de Israel. Moisés
había de continuar llevando su carga de conducir al pueblo hasta los
mismos límites de Canaán. Había de llegar a ver la tierra prometida,
pero no había de entrar en ella. Si estos siervos de Dios, cuando esta-
ban frente a la roca de Cades, hubieran soportado sin murmuración
alguna la prueba a que allí se los sometió, ¡cuán diferente habría sido
su futuro! Jamás puede deshacerse una mala acción. Puede suceder
que el trabajo de toda una vida no recobre lo que se perdió en un
solo momento de tentación o aun de negligencia.
El hecho de que faltaran del campamento los dos grandes jefes,
y de que los acompañara Eleazar, quien, como era bien sabido, había
de ser el sucesor de Aarón en el santo cargo, despertó un sentimiento
de aprensión; y se aguardó con ansiedad el regreso de ellos. Cuando
uno miraba en derredor suyo en aquella enorme congregación, veía
que casi todos los adultos que salieron de Egipto habían perecido en
el desierto. Un presentimiento tenebroso embargó a todos cuando
recordaron la sentencia pronunciada contra Moisés y Aarón. Algu-
nos estaban al tanto del objeto de aquel viaje misterioso a la cima
del Monte Hor, y su preocupación por sus jefes era intensificada por
los amargos recuerdos y las acusaciones que se dirigían a sí mismos.
Por fin, divisaron las siluetas de Moisés y Eleazar, que des-
cendían lentamente por la ladera del monte; pero Aarón no los
acompañaba. Eleazar tenía puestas las vestiduras sacerdotales y ello
mostraba que había sucedido a su padre en el santo cargo. Cuando
el pueblo, con el corazón llenó de tristeza, se congregó alrededor de
su jefe, Moisés explicó que Aarón había muerto en sus brazos en el
Monte Hor, y que allá se le había dado sepultura. La congregación
prorrumpió en llanto y en lamentación, pues todos amaban de co-
razón a Aarón, aunque tan a menudo le habían causado dolor. “Le
hicieron duelo por treinta días todas las familias de Israel”.
Números
20:29
.
Con respecto al entierro del sumo sacerdote de Israel las Escri-
turas relatan sencillamente: “Allí murió Aarón, y allí fue sepultado”.
Deuteronomio 10:6
. ¡Qué contraste tan notable hay entre este entie-
rro, llevado a cabo de conformidad al mandamiento expreso de Dios,
con los que se acostumbran hoy día! En los tiempos modernos las