Página 394 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
conducía a la tierra prometida, aquella tierra de cuyas bendiciones
Moisés y Aarón no gozarían. Ningún sentimiento rebelde había en
su corazón. Ninguna murmuración salió de sus labios, aunque una
tristeza solemne embargó sus semblantes cuando recordaron lo que
les impedía llegar a la herencia de sus padres.
La obra de Aarón en favor de Israel había terminado. Cuarenta
años antes, a la edad de ochenta y tres años, Dios lo había llamado
para que se uniera a Moisés en su grande e importante misión.
Había cooperado con su hermano en la obra de sacar a los hijos de
Israel de Egipto. Había sostenido las manos del gran jefe cuando
los ejércitos hebreos luchaban denodadamente con Amalec. Se le
había permitido ascender al monte Sinaí, aproximarse a la presencia
de Dios y contemplar la divina gloria. El Señor había conferido el
sacerdocio a la familia de Aarón, y lo había honrado con la santa
consagración de sumo sacerdote. Lo había mantenido en su santo
cargo mediante las pavorosas manifestaciones del juicio divino en la
destrucción de Coré y su grupo. Gracias a la intercesión de Aarón
se detuvo la plaga. Cuando sus dos hijos fueron muertos por haber
desacatado el expreso mandamiento de Dios, él no se rebeló ni
siquiera murmuró. No obstante, la foja de servicios de su vida noble
había sido manchada. Aarón cometió un grave pecado cuando cedió
a los clamores del pueblo e hizo el becerro de oro en el Sinaí; y otra
vez cuando se unió a María en un arrebato de envidia y murmuración
contra Moisés. Y junto con Moisés ofendió al Señor en Cades cuando
violaron la orden de hablar a la roca para que diera agua.
Dios quería que estos grandes caudillos de su pueblo repre-
sentaran a Cristo. Aarón llevaba el nombre de Israel en su pecho.
Comunicaba al pueblo la voluntad de Dios. Entraba al lugar san-
tísimo el día de la expiación, “no sin sangre”, como mediador en
pro de todo Israel. De esa obra pasaba a bendecir a la congregación,
como Cristo vendrá a bendecir a su pueblo que le espera, cuando
termine la obra expiatoria que está haciendo en su favor. El exaltado
carácter de aquel santo cargo como representante de nuestro gran
Sumo Sacerdote, fue lo que hizo tan grave el pecado de Aarón en
Cades.
Con profunda tristeza, Moisés despojó a Aarón de sus santas
vestiduras y se las puso a Eleazar, quien llegó a ser así sucesor de su
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padre por nombramiento divino. A causa del pecado que cometió