Página 45 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El plan de redención
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¡Oh, el misterio de la redención! ¡El amor de Dios hacia un mundo
que no lo amaba! ¿Quién puede comprender la profundidad de ese
amor “que excede a todo conocimiento”? A través de los siglos sin
fin, las mentes inmortales, tratando de entender el misterio de ese
incomprensible amor, se maravillarán y adorarán a Dios.
Dios se iba a manifestar en Cristo, “Dios estaba en Cristo recon-
ciliando consigo al mundo”.
2 Corintios 5:19
. El hombre se había
envilecido tanto por el pecado que le era imposible por sí mismo
ponerse en armonía con Aquel cuya naturaleza es bondad y pureza.
Pero después de haber redimido al mundo de la condenación de la
ley, Cristo podría impartir poder divino al esfuerzo humano. Así,
mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo, los caídos
hijos de Adán podrían convertirse nuevamente en “hijos de Dios”.
1
Juan 3:2
.
El único plan que podía asegurar la salvación del hombre afec-
taba a todo el cielo en su infinito sacrificio. Los ángeles no podían
regocijarse mientras Cristo les explicaba el plan de redención, pues
veían que la salvación del hombre iba a costar una indescriptible
angustia a su amado Jefe. Llenos de asombro y pesar, escucharon
cuando les dijo que debía bajar de la pureza, paz, gozo, gloria y vida
inmortal del cielo, a la degradación de la tierra, para soportar dolor,
vergüenza y muerte. Se interpondría entre el pecador y la pena del
pecado, pero pocos lo recibirían como el Hijo de Dios. Dejaría su
elevada posición de Soberano del cielo para presentarse en la tierra,
y humillándose como hombre, conocería por su propia experiencia
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las tristezas y tentaciones que el hombre habría de sufrir. Todo esto
era necesario para que pudiera socorrer a los que iban a ser tentados.
Hebreos 2:18
. Cuando terminara su misión como maestro, sería en-
tregado en manos de los impíos y sometido a todo insulto y tormento
que Satanás pudiera inspirarles. Sufriría la más cruel de las muertes,
levantado en alto entre la tierra y el cielo como un pecador culpable.
Pasaría largas horas de tan terrible agonía, que los ángeles se habrían
de velar el rostro para no ver semejante escena. Mientras la culpa de
la transgresión y la carga de los pecados del mundo pesaran sobre
él, tendría que sufrir angustia del alma y hasta su Padre ocultaría de
él su rostro.
Los ángeles se arrodillaron ante su Soberano y se ofrecieron ellos
mismos como sacrificio por el hombre. Pero la vida de un ángel