Página 457 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

La caída de Jericó
453
impureza. Los habitantes de Jericó conocían todos estos aconteci-
mientos, y eran muchos los que, aunque se negaban a obedecerla,
participaban de la convicción de Rahab, de que Jehová, el Dios de
Israel, era “Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra”. Como los
antediluvianos, los cananeos vivían solo para blasfemar contra el
cielo y corromper la tierra. Tanto el amor como la justicia exigían
la pronta ejecución de estos rebeldes contra Dios y enemigos del
hombre.
¡Cuán fácilmente derribaron los ejércitos celestiales las murallas
de Jericó, orgullosa ciudad cuyos baluartes, cuarenta años antes,
habían aterrado a los espías incrédulos! El Poderoso de Israel había
dicho: “He entregado en tu mano a Jericó”. Y contra esa palabra
fueron impotentes las fuerzas humanas.
“Por fe cayeron los muros de Jericó”.
Hebreos 11:30
. El Capitán
de las huestes del Señor se comunicaba únicamente con Josué; no se
revelaba a toda la congregación, y a esta le tocaba creer o no creer
en las palabras de Josué, obedecer los mandamientos que daba en el
nombre del Señor, o negar su autoridad. No podían ver el ejército
de ángeles que les asistían a ellos bajo la jefatura del Hijo de Dios.
Hubieran podido discurrir: “¡Cuán poco sentido tienen estos movi-
mientos y cuán ridículo es dar diariamente la vuelta alrededor de las
murallas de la ciudad y tocar las trompetas de cuernos de carneros!
Esto no puede tener efecto alguno sobre estas altas fortificaciones”.
Pero el plan mismo de continuar con esta ceremonia durante tanto
tiempo antes de la caída final de las murallas, dio a los israelitas una
oportunidad para desarrollar su fe. Había de hacerles comprender
que su fuerza no dependía de la sabiduría del hombre, ni de su poder,
sino únicamente del Dios de su salvación. Debían acostumbrarse así
a confiar enteramente en su Jefe divino.
Dios hará cosas maravillosas por los que confían en él. El motivo
porque los que profesan ser sus hijos no tienen más fuerza consiste
en que confían demasiado en su propia sabiduría, y no le dan al Señor
la oportunidad de revelar su poder en favor de ellos. Él ayudará a
[468]
sus hijos creyentes en toda emergencia, si ponen toda su confianza
en él y le obedecen fielmente.
Poco después de la caída de Jericó, Josué decidió atacar a Hai,
ciudad pequeña situada entre las hondonadas a pocos kilómetros al
oeste del valle del Jordán. Los espías que se enviaron a este sitio