Página 466 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
respuesta solemne. A continuación vino la lectura de la ley de Dios,
juntamente con los estatutos y juicios que les fueron entregados por
Moisés.
Israel había recibido la ley directamente de los labios de Dios
en el Sinaí; y sus santos preceptos, escritos por su propia mano, se
conservaban aún en el arca. Ahora se la había escrito nuevamente
donde todos podían leerla. Todos podían ver por sus propios ojos
las condiciones del pacto que había de regir su posesión de Canaán.
Todos debían de indicar que aceptaban los términos y estipulaciones
del pacto, y dar su asentimiento a las bendiciones o maldiciones
que entrañaría su observancia o su descuido. La ley no solo fue
escrita sobre las piedras conmemorativas, sino que también fue leída
por el mismo Josué en alta voz a oídos de todo Israel. No habían
transcurrido muchas semanas desde que Moisés les había dado en
discursos todo el libro de Deuteronomio; sin embargo, ahora Josué
leyó nuevamente la ley.
No solo los hombres de Israel, sino también las mujeres y los
niños, escucharon la lectura de la ley; pues era importante que todos
conocieran su deber y lo cumplieran. Dios le había ordenado a
Israel con respecto a sus estatutos: “Por tanto, pondréis estas mis
palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, las ataréis como
señal en vuestra mano y serán como insignias entre vuestros ojos.
Las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas [...] para que sean
vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la
tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de dar, como
los días de los cielos sobre la tierra”.
Deuteronomio 11:18-21
.
Cada séptimo año toda la ley debía de leerse ante toda la con-
gregación de Israel, tal como Moisés lo había ordenado: “Cada siete
años, al llegar el año de la remisión, en la fiesta de los Tabernáculos,
cuando vaya todo Israel a presentarse delante de Jehová, tu Dios, en
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el lugar que él escoja, leerás esta Ley ante todo Israel, a oídos de
todos ellos. Harás congregar al pueblo, hombres, mujeres y niños, y
los extranjeros que estén en tus ciudades, para que oigan y apren-
dan a temer a Jehová, vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las
palabras de esta Ley. También los hijos de ellos, que no la conocen,
podrán oírla y aprenderán a temer a Jehová, vuestro Dios, todos los
días que viváis sobre la tierra que vais a poseer tras pasar el Jordán”.
Deuteronomio 31:10-13
.