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Historia de los Patriarcas y Profetas
lugar, a la luz de tus saetas que cruzan, al resplandor de tu refulgente
lanza. Con ira pisas la tierra, con furor pisoteas las naciones. Has
salido para socorrer a tu pueblo”.
Habacuc 3:11-13
.
El Espíritu de Dios inspiró la oración de Josué, para que se
manifestara otra vez el poder del Dios de Israel. Por consiguiente,
la petición no evidenciaba presunción por parte del gran caudillo.
Aunque Josué había recibido la promesa de que Dios derrocaría
ciertamente a los enemigos de Israel, realizó un esfuerzo tan ardoroso
como si el éxito de la empresa dependiera solamente de los ejércitos
de Israel. Hizo todo lo que era posible para la energía humana, y
luego pidió con fe la ayuda divina. El secreto del éxito estriba en
la unión del poder divino con el esfuerzo humano. Los que logran
los mayores resultados son los que confían más implícitamente en
el Brazo todopoderoso. El hombre que exclamó: “Sol, detente en
Gabaón, y tú, Luna, en el valle de Ajalón”, es el mismo que durante
muchas horas permanecía postrado en tierra, en ferviente oración,
en el campamento de Gilgal. Los hombres que oran son los hombres
fuertes.
Este gran milagro atestigua que toda la creación está bajo el
dominio del Creador. Satanás procura impedir a los hombres que
vean la intervención divina en el mundo físico y quiere ocultarles la
obra incansable de la gran Causa primera. Este milagro reprende a
todos los que ensalzan a la naturaleza sobre el Dios de la naturaleza.
Por su propia voluntad, Dios convoca las fuerzas de la natura-
leza y les ordena que exterminen el poderío de sus enemigos; “el
fuego y el granizo, la nieve y el vapor, y el viento de tempestad que
ejecuta su palabra”.
Salmos 148:8
. Cuando los paganos amorreos se
empecinaron en su oposición a los propósitos de él, Dios intervino
y lanzó “desde cielo grandes piedras” sobre los enemigos de Israel.
Se nos dice que durante las escenas finales de la historia de este
mundo, habrá una batalla más grande aún, cuando abrirá “Jehová su
armería” y sacará “las armas de su indignación”. Pregunta: “¿Has
penetrado tú hasta los depósitos de la nieve? ¿Has visto los depósitos
del granizo, que tengo reservados para el tiempo de angustia, para el
día de la guerra y de la batalla?”
Jeremías 50:25 (VM)
;
Job 38:22,
23
.
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El revelador describe la destrucción que se producirá cuando
salga “una gran voz del santuario del cielo, desde el trono, que decía: