Página 480 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
largo de ellos se tenían que colocar letreros que llevaran en caracte-
res claros y distintos la inscripción “Refugio” o “Acogimiento” para
que el fugitivo no perdiera un solo momento. Cualquiera, ya fuera
hebreo, extranjero o peregrino, podía valerse de esta medida. Pero si
bien no se debía matar precipitadamente al que no fuera culpable, el
que lo fuera no había de escapar al castigo. El caso del fugitivo debía
ser examinado con toda equidad por las autoridades competentes, y
solo cuando se comprobaba que era inocente de toda intención ho-
micida podía quedar bajo la protección de las ciudades de asilo. Los
culpables eran entregados a los vengadores. Los que tenían derecho
a gozar protección podían tenerla tan solo mientras permanecieran
dentro del asilo designado. El que saliera de los límites prescritos y
fuera encontrado por el vengador de la sangre, pagaba con su vida
la pena que entrañaba el despreciar las medidas del Señor. Pero a
la muerte del sumo sacerdote, todos los que habían buscado asilo
en las ciudades de refugio quedaban en libertad para volver a sus
respectivas propiedades.
En un juicio por homicidio, no se podía condenar al acusado por
la declaración de un solo testigo, aunque hubiera graves pruebas
circunstanciales contra él. La orden del Señor fue: “Cualquiera que
dé muerte a alguien, según la declaración de los testigos morirá
el homicida pero un solo testigo no bastará para condenar a una
persona a muerte”.
Números 35:30
. Fue Cristo quien le dio a Moisés
estas instrucciones para Israel; y mientras estaba personalmente con
sus discípulos en la tierra, al enseñarles como debían tratar a los
pecadores, el gran Maestro repitió la lección de que el testimonio de
un solo hombre no basta para condenar ni absolver. Las cuestiones
en disputa no han de decidirse por las opiniones de un solo hombre.
En todos estos asuntos, dos o más han de reunirse y llevar juntos la
responsabilidad, “para que en boca de dos o tres testigos conste toda
palabra”.
Mateo 18:16
.
Si el enjuiciado por homicida era reconocido culpable, ninguna
expiación ni rescate podía salvarle. “El que derramare sangre del
hombre, por otro hombre su sangre será derramada”. “No aceptaréis
rescate por la vida del homicida, porque está condenado a muerte:
indefectiblemente morirá”, “de mi altar lo apartarás para que muera”,
estas fueron las instrucciones de Dios juntamente con las siguientes:
“La tierra no puede ser purificada de la sangre derramada en ella