Página 483 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La repartición de Canaán
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que el del santuario. Si este era el objeto de ese altar, y se le permitía
subsistir, apartaría al pueblo de la verdadera fe.
Los representantes del pueblo se reunieron en Silo, y en el aca-
loramiento de su excitación e indignación, propusieron declarar
la guerra en seguida a los transgresores. Sin embargo, gracias a
la influencia de los más cautos, se decidió mandar primeramente
una delegación para que obtuviera de las dos tribus y media una
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explicación de su comportamiento. Se escogieron diez príncipes,
uno de cada tribu. Encabezaba esta delegación Finees, que se había
distinguido por su celo en el asunto de Peor.
Las dos tribus y media habían cometido un error al llevar a cabo,
sin explicación alguna, un acto susceptible de tan graves sospechas.
Los embajadores, dando por sentado que sus hermanos eran culpa-
bles, les dirigieron reproches mordaces. Los acusaron de rebelarse
contra Dios, y los invitaron a recordar cómo habían caído castigos
sobre Israel por haberse juntado con Baal-peor. En nombre de todo
Israel, Finees manifestó a los hijos de Gad y de Rubén que si no
querían vivir en aquella tierra sin altar para el sacrificio, se les daba
la bienvenida para que participaran en los bienes y privilegios de sus
hermanos al otro lado del río.
Para responder esto, los acusados explicaron que el altar que
habían construído no era para ofrecer sacrificios, sino sencillamente
para atestiguar que, a pesar de estar separados por el río, tenían la
misma fe que sus hermanos de Canaán. Habían temido que en algún
tiempo futuro podría suceder que sus hijos fueran excluidos del
tabernáculo, como quienes no tienen parte en Israel. Entonces este
altar, erigido de conformidad con el modelo del altar de Jehová en
Silo, atestiguaría que los fundadores y constructores de él adoraban
también al Dios viviente.
Con gran regocijo los embajadores aceptaron esta explicación,
y en seguida regresaron para llevar las buenas noticias a los que
los habían enviado. Toda idea de guerra fue desechada, y el pueblo
unido se regocijó y alabó a Dios.
Los hijos de Gad y de Rubén grabaron entonces en su altar una
inscripción que indicaba el objeto para el cual había sido erigido;
y dijeron: “Testimonio es entre nosotros que Jehová es Dios”. Así
procuraron evitar futuras interpretaciones erróneas y eliminar cuanto
pudiera ser causa de tentación.