Página 484 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
¡Cuán a menudo provienen serias dificultades de una simple
interpretación errónea, hasta entre aquellos que son guiados por los
móviles más dignos! Y sin el ejercicio de la cortesía y la paciencia,
¡qué resultados tan graves y aun fatales pueden sobrevenir! Las diez
tribus recordaban cómo, en el caso de Acán, Dios había reprendido la
falta de vigilancia para descubrir los pecados que existían entre ellas.
Ahora habían decidido actuar rápida y seriamente; pero al tratar de
evitar su primer error, habían llegado al extremo opuesto. En vez de
hacer una investigación cortés para averiguar los hechos del caso,
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se habían presentado a sus hermanos con censuras y condenación.
Si los hombres de Gad y de Rubén hubieran respondido animados
del mismo espíritu, el resultado habría sido la guerra. Si bien es
importante, por un lado, que se evite la indiferencia al tratar con el
pecado, es igualmente importante, por otro lado, que se eviten los
juicios duros y las sospechas infundadas.
Muchos que son muy sensibles a la menor crítica dirigida contra
su propio comportamiento, dan, sin embargo, un trato excesivamente
severo a las personas a quienes consideran en el error. La censura y el
oprobio no lograron jamás rescatar a nadie de una opinión falsa, sino
que más bien han contribuido a alejar a muchos del camino recto, por
haberlos inducido a endurecer su corazón para no dejarse convencer.
Un espíritu bondadoso y un comportamiento cortés, afable y paciente
pueden salvar a los descarriados y ocultar una multitud de pecados.
La prudencia manifestada por los hijos de Rubén y sus compañe-
ros es digna de imitación. En tanto que se esforzaban sinceramente
por hacer progresar la causa de la verdadera religión, fueron juzga-
dos erróneamente y censurados con severidad; pero no manifestaron
resentimiento. Escucharon con toda cortesía y paciencia los cargos
que sus hermanos les hacían, antes de tratar de defenderse, y luego
les explicaron ampliamente sus móviles y demostraron su inocencia.
Así se arregló amigablemente la dificultad que amenazaba tener tan
graves consecuencias.
Aun cuando se los acuse falsamente, los que están en lo justo
pueden permitirse tener calma y ser considerados. Dios conoce
todo lo que los hombres no entienden o interpretan mal, y con toda
confianza podemos entregarle nuestro, caso. Él vindicará la causa de
los que depositan su confianza en él tan seguramente como sacó a