Página 489 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Las últimas palabras de Josué
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había sido dada al pueblo de Dios. ¡Qué insensatez sería la de Israel
si escogiera las divinidades por cuyo culto habían sido destruídos
los amorreos!
“Que yo y mi casa -dijo Josué- serviremos a Jehová”. El mismo
santo celo que inspiraba el corazón del jefe se comunicó al pueblo.
Sus exhortaciones le arrancaron esta respuesta espontánea: “Nunca
tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses”.
“No podréis servir a Jehová -dijo Josué-, porque él es Dios santo
[...] no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados”. Antes de que
pudiera haber una reforma permanente, era necesario hacerle sentir
al pueblo cuán incapaz de obedecer a Dios era de por sí mismo.
Habían quebrantado su ley; esta los condenaba como transgresores,
y no les proporcionaba ningún medio de escape. Mientras confiaran
en su propia fuerza y justicia, les era imposible lograr perdón de
sus pecados; no podían satisfacer las exigencias de la perfecta ley
de Dios, y en vano se comprometían a servir a Dios. Solo por la
fe en Cristo podían alcanzar el perdón de sus pecados, y recibir
fuerza para obedecer la ley de Dios. Debían dejar de depender de
sus propios esfuerzos para salvarse; debían confiar por completo
en el poder de los méritos del Salvador prometido, si querían ser
aceptados por Dios.
Josué trató de hacer que sus oyentes pesaran muy bien sus pala-
bras, y que desistieran de hacer votos para cuyo cumplimiento no
estaban preparados. Con profundo fervor repitieron esta declaración:
“No, sino que a Jehová serviremos”. Consintiendo solemnemente
en atestiguar contra sí mismos que habían escogido a Jehová, una
vez más reiteraron su promesa de lealtad: “A Jehová nuestro Dios
serviremos, y a su voz obedeceremos”.
“Entonces Josué hizo un pacto con el pueblo el mismo día, y les
dio estatutos y leyes en Siquem”. Escribió un relato de este pacto
solemne, y lo puso, con el libro de la ley, al lado del arca. Erigió
una columna conmemorativa y dijo: “Esta piedra nos servirá de
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testigo, porque ella ha oído todas las palabras que Jehová nos ha
hablado; será, pues, testigo contra vosotros, para que no mintáis
contra vuestro Dios. Después despidió Josué al pueblo, y cada uno
volvió a su posesión”.
La obra de Josué en favor de Israel había terminado. Había
cumplido “siguiendo a Jehová”, y en el libro de Dios se lo llamó “el