Página 501 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

Dios cuida de los pobres
497
sus vecinos más ricos, la otra necesita el fiel servicio, la fuerza del
cerebro, de los huesos y de los músculos, que constituyen el capital
de los pobres.
El Señor prometió grandes bendiciones a Israel con tal que obe-
deciera a sus instrucciones: “Yo os enviaré las lluvias a su tiempo, y
la tierra y el árbol del campo darán su fruto. Vuestra trilla alcanzará
hasta la vendimia y la vendimia alcanzará hasta la siembra; comeréis
vuestro pan hasta saciaros y habitaréis seguros en vuestra tierra. Yo
daré paz en la tierra y dormiréis sin que haya quien os espante; haré
desaparecer de vuestra tierra las malas bestias y la espada no pasará
por vuestro país [...]. Andaré entre vosotros: seré vuestro Dios y
vosotros seréis mi pueblo. [...] Pero si no me escucháis [...] si no
ponéis en práctica todos mis mandamientos e invalidáis mi pacto
[...]. Sembraréis en vano vuestra semilla, pues vuestros enemigos la
comerán. Pondré mi rostro contra vosotros y seréis heridos delante
de vuestros enemigos. Los que os aborrecen se enseñorearán de
vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga”.
Levítico 26:4-17
.
Muchos insisten en que todos los hombres deben tener igual-
mente parte en las bendiciones temporales de Dios. Pero tal no fue
el propósito del Creador. La diversidad de condición entre unos y
otros es uno de los medios por los cuales Dios se propone probar
y desarrollar el carácter. Sin embargo, quiere que quienes posean
bienes de este mundo se consideren meramente administradores de
sus posesiones, personas a quienes se confiaron los recursos que se
han de emplear en favor de los necesitados y de los que sufren.
Cristo dijo que habrá siempre pobres entre nosotros; e identi-
fica su interés con el de su pueblo afligido. El corazón de nuestro
Redentor se compadece de los más pobres y humildes de sus hijos
terrenales. Nos dice que son sus representantes en la tierra. Los
colocó entre nosotros para despertar en nuestro corazón el amor
que él siente hacia los afligidos y los oprimidos. Cristo acepta la
misericordia y la benevolencia que se les muestre como si fuera ma-
nifestada a él. Considera como dirigido contra él mismo cualquier
acto de crueldad o de negligencia hacia ellos.
Si la ley dada por Dios en beneficio de los pobres se hubiera
observado y ejecutado siempre, ¡cuán diferente sería el estado actual
[517]
del mundo, espiritual y materialmente! El egoísmo y la vanidad no
se manifestarían como ahora se manifiestan, sino que cada uno de