Página 51 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El plan de redención
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había pasado de una estrella a otra, de un mundo a otro, dirigiéndolo
todo, satisfaciendo, mediante su providencia, las necesidades de
todo orden de seres de su enorme creación, consintiera en dejar su
gloria para tomar sobre sí la naturaleza humana, era un misterio que
todas las inmaculadas inteligencias de los otros mundos deseaban
entender.
Cuando Cristo vino a nuestro mundo en forma humana, todos
estaban interesados en seguirlo mientras recorría paso a paso su
sendero salpicado de sangre desde el pesebre hasta el Calvario.
El cielo notó las afrentas y las burlas que él recibía, y supo que
todo era instigado por Satanás. Presenció la obra de dos poderes
contrarios: Satanás arrojando constantemente tinieblas, angustia y
sufrimientos sobre la raza humana, y Cristo oponiéndosele. Observó
la batalla entre la luz y las tinieblas a medida que se reñía con más
ardor. Cuando Cristo exclamó en la cruz en su expirante agonía:
“Consumado es”, un grito de triunfo resonó a través de todos los
mundos, y a través del mismo cielo.
Finalmente se había decidido la gran contienda que tanto había
durado en este mundo, y Cristo era el vencedor. Su muerte había
contestado la pregunta de si el Padre y el Hijo tenían suficiente amor
hacia el hombre para obrar con tal abnegación y espíritu de sacrificio.
Satanás había revelado su verdadero carácter de mentiroso y asesino.
Se vio que si se le hubiera permitido dominar a los habitantes del
cielo, habría manifestado el mismo espíritu con el cual había go-
bernado a los hijos de los hombres que estuvieron bajo su potestad.
Como con una sola voz, el universo leal se unió para ensalzar la
administración divina.
Si se hubiera podido cambiar la ley, el hombre habría sido sal-
vado sin necesidad del sacrificio de Cristo; pero el hecho de que
fuera necesario que Cristo diera su vida por la raza caída prueba
que la ley de Dios no exonerará al pecador de sus demandas. Está
demostrado que la paga del pecado es la muerte. Cuando murió
Cristo, quedó asegurada la destrucción de Satanás. Pero si la ley
hubiera sido abolida en la cruz, como muchos aseveran, entonces
el amado Hijo de Dios hubiera sufrido la agonía y la muerte nada
más que para dar a Satanás lo que pedía; entonces el príncipe del
mal habría triunfado; y sus acusaciones contra el gobierno divino
hubieran quedado probadas. Pero el mismo hecho de que Cristo