Página 50 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
esperanza iluminaba el tenebroso y horrible futuro, y lo libraba de
una completa desesperación.
Pero el plan de redención tenía un propósito todavía más amplio
y profundo que el de salvar al hombre. Cristo no vino a la tierra
únicamente por este motivo; no vino meramente para que los habi-
tantes de este pequeño mundo acataran la ley de Dios como debe
ser acatada; sino que vino para vindicar el carácter de Dios ante
el universo. A este resultado de su gran sacrificio, a su influencia
sobre los seres de otros mundos, así como sobre el hombre, se refirió
el Salvador cuando poco antes de su crucifixión dijo: “Ahora es el
juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado
fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí
mismo”.
Juan 12:31, 32
. El acto de Cristo, de morir por la salvación
del hombre, no solo haría accesible el cielo para los hombres, sino
que ante todo el universo justificaría a Dios y a su Hijo en su trato
con la rebelión de Satanás. Demostraría la perpetuidad de la ley de
Dios, y revelaría la naturaleza y las consecuencias del pecado.
Desde el principio, el gran conflicto giró en derredor de la ley de
Dios. Satanás había procurado probar que Dios era injusto, que su
ley era defectuosa, y que el bien del universo requería que fuera cam-
biada. Al atacar la ley, procuró derribar la autoridad de su Autor. En
el curso del conflicto habría de demostrarse si los estatutos divinos
eran defectuosos y sujetos a cambio, o perfectos e inmutables.
Cuando Satanás fue expulsado del cielo, decidió hacer de la
tierra su reino. Cuando sedujo y venció a Adán y a Eva, pensó
que había conquistado la posesión de este mundo; “porque me han
escogido como su soberano”, dijo él. Alegaba que era imposible que
se otorgara perdón al pecador; que por lo tanto los miembros del
género humano caído eran legítimamente sus súbditos y el mundo
era suyo. Pero Dios dio a su amado Hijo, que era igual a él, para
que sufriera la pena de la transgresión y proveyó así un camino
mediante el cual ellos pudieran ser devueltos a su favor y a su hogar
edénico. Cristo emprendió la tarea de redimir al hombre y de rescatar
al mundo de las garras de Satanás. El gran conflicto que inició en
el cielo iba a ser decidido en el mismo mundo, en el terreno que
Satanás reclamaba como suyo.
El universo entero se maravilló al ver que Cristo debía humillarse
a sí mismo para salvar al hombre caído. El hecho de que Aquel que
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