Página 49 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El plan de redención
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con su Creador, pero Dios se comunicaría con él por medio de Cristo
y de los ángeles.
En esa forma se revelaron a Adán importantes acontecimientos
que se producirían en la historia humana, desde el tiempo en que fue
pronunciada la sentencia divina en el Edén hasta el diluvio, y desde
allí hasta el primer advenimiento del Hijo de Dios. Se le mostró que
si bien el sacrificio de Cristo tendría suficiente valor para salvar a
todo el mundo, muchos escogerían una vida de pecado más bien
que de arrepentimiento y obediencia. Los crímenes aumentarían en
las generaciones sucesivas, y la maldición del pecado pesaría cada
vez más sobre la raza humana, las bestias y la tierra. La vida del
hombre sería acortada por su propio pecado; disminuirían su estatura
y resistencia física, así como su poder intelectual y moral, hasta que
el mundo se llenara de toda clase de miserias. Mediante la compla-
cencia del apetito y las pasiones, los hombres se incapacitarían para
apreciar las grandes verdades del plan de redención. No obstante,
fiel al propósito por el cual dejó el cielo, Cristo mantendría su interés
en los hombres, y seguiría invitándolos a ocultar sus debilidades y
deficiencias en él. Supliría las necesidades de todos los que ven-
gan a él con fe. Y siempre habría unos pocos que conservarían el
conocimiento de Dios, y se guardarían incólumes en medio de la
prevaleciente iniquidad.
El sacrificio de animales fue ordenado por Dios para que sirviera
a la humanidad como un recuerdo perpetuo, un penitente recono-
cimiento de su pecado y una confesión de su fe en el Redentor
prometido. Tenía por objeto revelar a la raza caída la solemne ver-
dad de que el pecado era lo que causaba la muerte. Para Adán el
ofrecimiento del primer sacrificio fue una ceremonia muy dolorosa.
Tuvo que alzar la mano para quitar una vida que solo Dios podía
dar. Por primera vez iba a presenciar la muerte, y sabía que si hu-
biera sido obediente a Dios no la habrían conocido el hombre ni las
bestias. Mientras mataba a la inocente víctima temblaba al pensar
que su pecado haría derramar la sangre del Cordero inmaculado de
Dios. Esta escena le dio un sentido más profundo y más claro de la
enormidad de su transgresión, que nada sino la muerte del querido
Hijo de Dios podía expiar. Y se admiró de la infinita bondad que
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daba semejante rescate para salvar a los culpables. Una estrella de