Página 510 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Capítulo 53—Los primeros jueces
Este capítulo está basado en Jueces 6 a 8.
Después de haberse establecido en Canaán las tribus no hicieron
ningún esfuerzo vigoroso para completar la conquista de la tierra.
Satisfechas con el territorio que ya habían ganado, dejaron que su
celo disminuyera y suspendieron la guerra. “Cuando Israel se sintió
fuerte, hizo tributario al cananeo, pero no lo expulsó”.
Jueces 1:28
.
El Señor había cumplido fielmente, por su parte, la promesa
hecha a Israel; Josué había quebrantado el poderío de los cananeos
y había distribuido la tierra entre las tribus. A estas solo les quedaba
confiar en la seguridad de la ayuda divina y completar la tarea de
desalojar a los habitantes de la tierra. Pero no lo hicieron. Aliándose
con los cananeos, violaron abiertamente el mandamiento de Dios, y
así dejaron de cumplir la condición bajo la cual les había prometido
ponerlos en posesión de Canaán.
Desde la primera comunicación que Dios les dio en el Sinaí,
habían recibido advertencias contra la idolatría. Inmediatamente
después de la proclamación de la ley, se les mandó por medio de
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Moisés el siguiente mensaje con respecto a las naciones de Canaán:
“No te inclinarás ante sus dioses ni los servirás, ni harás como ellos
hacen, sino que los destruirás del todo y quebrarás totalmente sus
estatuas. Pero serviréis a Jehová, vuestro Dios, y él bendecirá tu pan
y tus aguas. Yo apartaré de ti toda enfermedad”.
Éxodo 23:24, 25
.
Se les aseguró que mientras permanecieran obedientes Dios
subyugaría a sus enemigos delante de ellos: “Yo enviaré mi terror
delante de ti; turbaré a todos los pueblos donde entres y haré que
todos tus enemigos huyan delante de ti. Enviaré delante de ti la
avispa, que eche de tu presencia al heveo, al cananeo y al heteo.
No los expulsaré de tu presencia en un año, para que no quede
la tierra desierta ni se multipliquen contra ti las fieras del campo.
Poco a poco los echaré de tu presencia, hasta que te multipliques y
tomes posesión de la tierra. [...] Porque pondré en tus manos a los
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