Página 517 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

Los primeros jueces
513
hicieran demorar el cumplimiento del deber. No solo poseían valor
y dominio de sí mismos los trescientos hombres elegidos, sino que
[534]
eran también hombres de fe. No los había contaminado la idolatría.
Dios podía dirigirlos, y por su medio librar a Israel. El éxito no
depende del número. Tanto puede Dios libertar por medio de pocos
como de muchos. No le honra tanto el gran número como el carácter
de quienes le sirven.
Los israelitas se apostaron en la cumbre de una colina que do-
minaba el valle donde acampaban los invasores. “Los madianitas,
los amalecitas y los hijos del oriente se habían esparcido por el valle
como una plaga de langostas, y sus camellos eran innumerables
como la arena que se acumula a la orilla del mar”.
Jueces 7:12
.
Gedeón tembló cuando pensó en el combate del día siguiente.
Pero Dios le habló durante las horas de la noche, y mandándole bajar
con Fara, su asistente, al campamento de los madianitas, le dio a
entender que allí oiría algo que lo alentaría. Fue, y mientras esperaba
en la oscuridad y el silencio de la noche, oyó a un soldado relatar un
sueño a su compañero: “He tenido un sueño: Veía un pan de cebada
que rodaba hasta el campamento de Madián. Llegó a la tienda y
la golpeó de tal manera que cayó; la trastornó de arriba abajo y la
tienda cayó”. El otro le contestó en palabras que conmovieron el
corazón de aquel oyente invisible: “Esto no representa otra cosa
sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha
entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento”.
Gedeón reconoció la voz de Dios que le hablaba por medio de
aquellos forasteros madianitas. Regresó al sitio donde estaban los
pocos hombres que mandaba y les dijo: “Levantaos, porque Jehová
ha entregado el campo de Madián en vuestras manos”.
Por indicación divina, le fue sugerido un plan de ataque y lo
puso inmediatamente en ejecución. Los trescientos hombres fueron
divididos en tres compañías. A cada hombre se le dio una trompeta
y una antorcha escondida en un cántaro de barro. Los hombres se
distribuyeron en tal forma que llegaran al campamento madianita de
distintas direcciones. En medio de la noche, al toque del cuerno de
guerra de Gedeón, las tres compañías tocaron sus trompetas; y luego,
rompiendo sus cántaros, sacaron a relucir las antorchas encendidas
y se precipitaron contra el enemigo lanzando el terrible grito de
guerra: “¡La espada de Jehová y de Gedeón!”