Los primeros jueces
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arrepentimiento es algo más que sentir pesar por el pecado. Consiste
en apartarse decididamente del mal.
El Señor les contestó por medio de uno de sus profetas: “¿No
habéis sido oprimidos de Egipto, de los amorreos, de los amonitas,
de los filisteos, de los de Sidón, de Amalec y de Maón? Y cuando
clamasteis a mí, ¿no os libré de sus manos? Pero vosotros me habéis
dejado y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no os libraré
más. Andad y clamad a los dioses que habéis elegido; que ellos os
libren en el tiempo de vuestra aflicción”.
Estas palabras solemnes y temibles dirigen el pensamiento hacia
otra escena: la del gran día del juicio final, cuando los que recha-
zaron la misericordia de Dios y menospreciaron su gracia serán
puestos frente a su justicia. En aquel tribunal, los que dedicaron al
servicio de los dioses de este mundo los talentos que Dios les dio,
deberán rendir cuenta del empleo de su tiempo, sus recursos y su
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intelecto. Abandonaron a su verdadero y tierno Amigo, para seguir
el sendero de la conveniencia y del placer mundano. Se proponían
volver a Dios alguna vez; pero el mundo, con sus locuras y enga-
ños, absorbió su atención. Las diversiones frívolas, el orgullo de los
atavíos y la satisfacción de los apetitos endurecieron su corazón y
embotaron su conciencia, de tal manera que ya no oyeron la voz de
la verdad. Menospreciaron el deber. Tuvieron en poco las cosas de
valor infinito, hasta que desapareció de su corazón todo deseo de
hacer sacrificios por Aquel que tanto dio para el hombre. Pero en el
tiempo de la siega cosecharán lo que sembraron.
El Señor dijo: “Yo os llamé, pero no quisisteis escuchar; tendí
mi mano, pero no hubo quien atendiera, sino que desechasteis todos
mis consejos y rechazasteis mi reprensión; por eso, también yo me
reiré en vuestra calamidad, me burlaré cuando os venga lo que te-
méis, cuando venga como una destrucción lo que teméis y vuestra
calamidad llegue como un torbellino; cuando sobre vosotros venga
tribulación y angustia. Entonces me llamarán, pero no responderé;
me buscarán de mañana, pero no me hallarán. Por cuanto aborre-
cieron la sabiduría y no escogieron el temor de Jehová, sino que
rechazaron mi consejo y menospreciaron todas mis reprensiones,
comerán del fruto de su camino y se hastiarán de sus propios conse-
jos”. “Pero el que me escuche vivirá confiadamente, estará tranquilo,
sin temor del mal”.
Proverbios 1:24-31, 33
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