Página 522 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
los más fuertes pueden vacilar y tropezar. Es necesario que la luz
del cielo se derrame constantemente sobre nuestro sendero. Nuestra
única seguridad estriba en confiar implícitamente nuestro camino a
Aquel que dijo: “Sígueme”.
Después de la muerte de Gedeón, “No se acordaron los hijos
de Israel de Jehová, su Dios, que los había librado de todos los
enemigos de su alrededor, ni se mostraron agradecidos con la casa
de Jerobaal, o sea, de Gedeón, conforme a todo el bien que él había
hecho a Israel”. Olvidándose de todo lo que debían a Gedeón, su juez
y libertador, el pueblo de Israel aceptó por rey a su hijo ilegítimo,
Abimelec, quien, para poder sostenerse en el poder, asesinó a todos
menos uno de los hijos legítimos de Gedeón. Cuando los hombres
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desechan el temor de Dios, no tardan en alejarse del honor y la
integridad. El aprecio por la misericordia del Señor lo guiara a
apreciar a aquellos que, como Gedeón, han sido empleados como
instrumentos para beneficiar a su pueblo. El cruel proceder de Israel
hacia la casa de Gedeón era lo que podía esperarse de un pueblo que
manifestaba tan enorme ingratitud hacia Dios.
Después de la muerte de Abimelec, el gobierno de algunos jueces
que temían al Señor mantuvo por un tiempo en jaque a la idolatría;
pero antes de mucho el pueblo volvió a practicar las costumbres de
las comunidades paganas circundantes. Entre las tribus del norte, los
dioses de Siria y de Sidón tenían muchos adoradores. Al sudoeste,
los ídolos de los filisteos, y al este los de Moab y Amón, habían des-
viado del Dios de sus padres el corazón de Israel. Pero la apostasía
acarreó rápidamente su castigo. Los amonitas subyugaron las tribus
orientales, y cruzando el Jordán, invadieron el territorio de Judá y
el de Efraín. Al occidente, los filisteos, ascendiendo de su llanura a
orillas del mar, lo saqueaban y quemaban todo por doquiera. Una
vez más Israel parecía haber sido abandonado al poder de enemigos
implacables.
Una vez más el pueblo pidió ayuda a Aquel a quien había abando-
nado e insultado. “Y los hijos de Israel clamaron a Jehová, diciendo:
Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos dejado a nuestro
Dios, y servido a los Baales”.
Jueces 10:10-16
. Pero el pesar no
había obrado en ellos un arrepentimiento verdadero. El pueblo se
lamentaba porque sus pecados le había traído sufrimientos, y no
por haber deshonrado a Dios y violado su santa ley. El verdadero