Página 521 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Los primeros jueces
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le daba; pero ahora, en lugar de esperar la dirección divina, empezó
a hacer planes por su cuenta. Siempre que los ejércitos del Señor
hayan ganado una victoria señalada, Satanás redoblará sus esfuerzos
para destruir la obra de Dios. Así que fueron sugeridos a la mente
de Gedeón pensamientos y planes por los cuales los israelitas fueron
descarriados.
Por el hecho de que se le había mandado que ofreciera un sa-
crificio sobre la roca donde el ángel se le había aparecido, Gedeón
concluyó que se le había designado para que oficiara como sacerdote.
Sin esperar la aprobación divina, decidió proveerse de un lugar apro-
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piado e instituir un sistema de culto semejante al que se practicaba
en el tabernáculo. Gracias a la intensidad del sentimiento popular,
no encontró dificultad alguna para realizar su proyecto. A pedido
suyo le fueron entregados como su parte del botín de guerra todos
los zarcillos de oro arrebatados a los madianitas. El pueblo también
recogió muchos otros materiales valiosos, juntamente con las pren-
das de vestir ricamente adornadas de los príncipes de Madián. Del
material que se obtuvo en esta forma, Gedeón hizo un efod y un
pectoral que imitaban los usados por el sumo sacerdote. Su conducta
resultó ser un lazo para él y su familia, así como para todo Israel.
El culto ilícito indujo finalmente a mucha gente a abandonar por
completo al Señor, y a servir a los ídolos. Después de la muerte de
Gedeón, muchos, inclusive su propia familia, participaron en esta
apostasía. El pueblo fue apartado de Dios por el mismo hombre que
una vez había destruido su idolatría.
Son pocos los que se dan cuenta de cuánto abarca la influencia
de sus palabras y hechos. ¡Cuán a menudo los errores de los padres
producen los efectos más desastrosos sobre sus hijos y sobre los hi-
jos de sus hijos, mucho después de bajar a la tumba los protagonistas
mismos! Cada uno ejerce cierta influencia sobre los demás, y se le
tendrá por responsable del resultado de esa influencia. Las palabras
y los hechos ejercen gran poder y en el largo más allá se verán los
efectos de la existencia que vivimos aquí. La impresión causada
por nuestras palabras y nuestras acciones redundará seguramente
en bendición o maldición para nosotros. Este pensamiento da una
pavorosa solemnidad a la vida, y debe impulsarnos a rogar humilde-
mente a Dios que nos guíe por su sabiduría. Los que ocupan puestos
elevados pueden desviar a otros. Aun los más sabios se equivocan;